viernes, 8 de julio de 2011

Xela y Qetzaltenango en Guatemala

El año pasado realicé varias entrevistas a personalidades quetzaltecas, autoridades municipales, empresarios, funcionarios del Gobierno, intelectuales y académicos de aquella ciudad. Teníamos el objetivo de conocer los problemas urbanos de Xela. De tales entrevistas pude hacer la síntesis que se presenta hoy en su primera parte. Los problemas de la ciudad que fueron abordados son muchos, pero quizás los principales que se señalaron son: crecimiento urbano desordenado y en muchos casos caótico, las características actuales de la economía urbana y regional, escasez del servicio del agua y precio elevado, irregular servicio eléctrico y caro, drenajes colapsados e inexistentes en distintas áreas de la ciudad, pésimo servicio de transporte urbano, falta de parques y áreas de recreación, recolección y tratamiento de basura deficiente, mercados caóticos y faltos de higiene básica, etcétera. Temas que debieran ser tratados con seriedad por los actuales candidatos a alcalde. La Xelajú de nuestros días está viviendo un proceso de crecimiento urbano acelerado y empieza a consolidar un área metropolitana.

Como toda ciudad, Quetzaltenango no puede ser comprendida sin conocer su historia. Recientemente esta ciudad altense cumplió cuatrocientos ochenta y cinco años de fundada. Fue en su vida precolombina un asentamiento mam y posteriormente copada por los k’iche’s. Durante los años coloniales, los españoles, utilizando su trazo precolombino, la trataron de convertir en una pequeña Sevilla, como lo dejara plasmado el poeta antigüeño Carlos Wyld Ospina. Por ello su trazo totalmente irregular. A diferencia de las plazas coloniales, a la manera de Santiago de Guatemala. A pesar de los esfuerzos de los españoles y posteriormente de los criollos de mantener un rígido control colonial y militar, los indígenas no se quedaron de brazos cruzados. No se nos olvide que ha sido precisamente un historiador quetzalteco, Severo Martínez Peláez, quien mejor ha interpretado la patria de los criollos y nos ha revelado mejor aún las causas y los efectos de los motines de indios.

No obstante, la población de Quetzaltenango siempre fue mayoritariamente indígena y se distinguió por contar con una clase social de indígenas ricos e influyentes que incluso controlaron durante muchos años la alcaldía indígena de la ciudad, como lo ha escrito Greg Grandin en su libro La Sangre de Guatemala: Raza y nación en Quetzaltenango, 1750-1954. Contando con una pequeña pero poderosa clase social de descendientes de los españoles, los criollos y de mestizos, la riqueza de Quetzaltenango siempre estuvo vinculada a la agricultura, habiéndose iniciado un proceso de acumulación de capital que les permitió ir expandiendo su frontera agrícola, allende los confines de la provincia y/o departamento. Ya para los años de la llamada “Independencia” de Guatemala, Quetzaltenango tuvo iniciativas separatistas, habiendo intentado la formación de un sexto estado en los tiempos de la República Federal de Centro América. Este proceso de expansión hacia la costa sur, incluidos Retalhuleu y Suchitepéquez hasta el Soconusco mexicano, se pudo dar gracias a que la ciudad de Quetzaltenango funcionó como el centro urbano de un hinterland mayor que incluía a San Marcos, Huehuetenango, Totonicapán y Sololá. Este proceso ha sido descrito por el historiador guatemalteco Arturo Taracena Arriola en su libro Invención Criolla, Sueño ladino y pesadilla indígena: Los Altos de Guatemala, de región a Estado, 1780-1871. Continuará.

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