sábado, 25 de diciembre de 2010
Juan de la Cosa Vecino del Puerto de Santa María
Juan de la Cosa y la época de los descubrimientos
REDACCIÓN/jm
Santander, 09.08.2010.- Hasta el 31 de agosto podemos disfruta en el Palacio de Manzanedo, Santoña, de la exposición por Juan de la Cosa y la época de los descubrimientos que recuerda
al navegante y cartógrafo cántabro en el V Centenario de su fallecimiento y pretende reivindicar la figura de
Juan de la Cosa, hijo ilustre de esta localidad, así como el importante papel que desempeñó en
un periodo clave de la Historia de España: la transición de la Edad Media al Renacimiento. La
muestra destaca, de forma clara y divulgativa, su papel en el descubrimiento y exploración de
América así como su participación en las empresas científicas de la Corona de Castilla en la
transición de los siglos XV al XVI.
La muestra reúne cerca de un centenar de piezas entre pinturas, dibujos, documentos y maquetas que recrearán la Santoña de aquel tiempo, la expansión atlántica de la Corona de Castilla, la vida y los viajes de Juan de la Cosa y la relación del navegante con la Casa de Contratación y la cartografía de los siglos XV y XVI. Las piezas han sido cedidas por cerca de una veintena de prestadores, entre los que se encuentran el Museo Naval de Madrid, el Archivo General de Indias, la Biblioteca Nacional de España, el Archivo General de Simancas, el Museo de América, la Biblioteca Municipal de Santander, la Universidad de Salamanca, el Archivo General Militar de Madrid, el Museu Marítim de Barcelona, el Museo Marítimo del Cantábrico, el Centro Geográfico del Ejército, la Biblioteca de Menéndez Pelayo, los Archivos Históricos Provinciales de Sevilla y Cantabria, la Biblioteca Municipal de Santander, el Archivo Histórico Diocesano de Santander, la parroquia de Santa María del Puerto de Santoña y varios coleccionistas privados.
El itinerario se articula en cinco grandes apartados:
1. Juan de la Cosa y la Santoña de su tiempo. Este apartado sirve de introducción, geográfica y temporal, a los objetivos generales y al resto de los apartados temáticos de la exposición. Empieza por el imprescindible marco físico que determinó, durante siglos la vida de los santoñeses pues, con una canal profunda, su bahía presenta unas excepcionales condiciones de abrigo para las embarcaciones. Por este motivo, Santoña ha estado indisolublemente unida a los aconteceres navales y marítimos y, hasta el siglo XVIII, era conocida como Santa María del Puerto, Puerto de Santoña o simplemente Puerto.
En la Baja Edad Media Santoña era una población de tamaño mediano, con una emprendedora clase media claramente volcada hacia las actividades relacionadas con la mar: comercio de cabotaje y con Flandes; pesquerías de altura, como la ballena y el bacalao, y de bajura con el besugo y la sardina. El apartado también explica el porqué del asentamiento en Andalucía de numerosos marinos y comerciantes cántabros a finales de la Edad Media, que con sus barcos protagonizaron buena parte de la expansión oceánica; el ejemplo señero es Juan de la Cosa, vecino en 1500 de El Puerto de Santa María. Por último, se muestra a Juan de la Cosa como miembro de un antiguo linaje de Santoña, linaje que perviviría con barrio propio en la localidad cántabra hasta bien entrado el siglo XIX.
Entre las piezas que el visitante puede ver en esta sección de la exposición destacan una magnífica Sagrada Familia flamenca del siglo XVI y varios documentos de los siglos XV, XVI y XVII con noticias de miembros del linaje De la Cosa.
2. La expansión atlántica de la Corona de Castilla. La empresa de los descubrimientos fue iniciada por los portugueses con el objetivo final de alcanzar el oriente por mar, para proveerse directamente de las especias y otras mercancías preciosas de las que Europa no estaba dispuesta a prescindir y cuya ruta terrestre había sido obstaculizada por la caída de Constantinopla y el cierre del Mediterráneo oriental. Este objetivo se complementaba con otra serie de razones en las que se mezclaba la curiosidad científica con razones políticas y religiosas.
Los Reyes Católicos, una vez consolidado su reinado en Castilla y casi ultimada la Reconquista, se dieron cuenta de que estaban perdiendo la carrera atlántica frente a sus vecinos, comenzando sus reivindicaciones sobre Guinea y San Jorge de Mina y contra el monopolio portugués. Surgieron fricciones y apresamientos mutuos hasta la firma del tratado de Alcáçovas-Toledo, en el que se acordaron zonas de influencia, separadas por paralelos; al norte del paralelo de Canarias para Castilla y al sur para Portugal, que desde entonces controlaría las licencias de navegación para alcanzar la ruta de las especias por oriente. Se
inició entonces la expansión castellana por el Atlántico en busca de la ruta de las Especias por occidente. Después del primer viaje de Colón se inició una serie de viajes a las nuevas tierras descubiertas que podemos clasificar en varias fases, si nos atenemos a sus objetivos tanto geográficos como políticos.
La primera comienza con los viajes que se llevaron a cabo inmediatamente después del primer viaje de Colón y va desde 1494 hasta 1503 cuándo se creó la Casa de la Contratación. El motor geográfico de estos viajes era comprobar si lo descubierto era el archipiélago que según Ptolomeo precedía al continente asiático. El fin político sería confirmar si las tierras descubiertas estaban dentro del meridiano acordado en Tordesillas. Los viajes de esta primera etapa se dirigieron hacia la costa norte de América del Sur y al Caribe.
Podemos establecer la segunda etapa de los descubrimientos españoles de 1503 a 1513, cuando empieza a abrirse camino la percepción intelectual de un nuevo continente, quarta pars o mundus novus, que el viaje de Vespucio al servicio de los portugueses en 1502, había confirmado, pero que ya era una idea asumida por muchas mentes cultas del entorno de los descubridores. Aquí se enmarca el viaje de Juan de la Cosa (1504-1506) desde el golfo de Darién a la isla Margarita y el discutido viaje de Vicente Yáñez Pinzón (1505) que demostró la insularidad de Cuba y recorrió el litoral de Yucatán hasta llegar al cabo de San Agustín. Las
expediciones de Juan Ponce de León a La Florida en 1512 y el descubrimiento del mar del sur por Balboa en 1513 cierran esta etapa.
La tercera fase dentro de la clasificación establecida, se extendería desde 1514- 1523 y se inicia con la noticia del descubrimiento del mar del Sur por Balboa en 1513 y de las tierras que se abrían hacia el sur, plenas de fabulosas riquezas. Se prepara entonces el viaje de Juan Díaz de Solís (1515) hacia el Maluco que no pasó del río de la Plata donde pensaba encontrar el estrecho. Ante este fracaso se organizó en 1519 otra expedición para buscarlo más al sur del continente al mando de Fernando de Magallanes a través del estrecho que luego llevó su nombre. La expedición atravesó el Pacífico llegando a las Molucas siete años después que los portugueses y completando la circunnavegación de la tierra. El viaje de Magallanes-Elcano que confirmaba la esfericidad de la tierra, tuvo un amplio eco en toda Europa y produjo estupor en los cartógrafos europeos, que tuvieron que poner al día sus concepciones geográficas ptolemaicas para conciliarlas con los nuevos datos.
La cuarta y última etapa se extiende desde 1524 a 1550 y estaría determinada por los problemas políticos y geográficos planteados por el antimeridiano de las Molucas y los redoblados esfuerzos para buscar un paso al norte del continente, lo que produjo el reconocimiento de toda la costa atlántica de América del norte.
En este apartado de la muestra el visitante puede ver, entre otras piezas, un sello de Juana I de Castilla, un traslado del Tratado de Tordesillas, un cuadrante solar relicario de finales del siglo XVI, objetos y armas de los indígenas precolombinos y de los exploradores castellanos, y una Derrota de Cádiz a Sanlúcar de 1595.
3. Juan de la Cosa y la Casa de Contratación. Por la época y el lugar en que le tocó vivir y por su especial espíritu, participó en la vanguardia de los nuevos tiempos y fue un pionero en algunas de las actividades de la Casa de la Contratación, entre ellas como antecedente del Padrón Real. La Casa de la Contratación se funda el 20 de enero de 1503 como primer organismo oficial privativo de la administración del Nuevo Mundo; antes de su fundación los asuntos americanos cuya repercusión aún se desconocía, estuvieron a cargo del Consejo de Castilla a través de Juan Rodríguez de Fonseca, hasta que en 1524 se crea el Consejo de Indias.
Desde un principio la Casa se encargó, entre otras funciones, de promover, sobre todo en los comienzos, las nuevas exploraciones y perfilar los descubrimientos aprestando naves y hombres; también desarrolló una importante actividad como centro geográfico y científico respecto a la navegación, promoviendo su perfeccionamiento e inventariando los nuevos territorios que se iban incorporando a la Corona. Parte de esta actividad dentro de estas funciones, estaba dedicada a procurar la seguridad de la navegación tanto en las rutas como en los propios barcos.
La relación de Juan de la Cosa y otros pilotos con la Corona se inician antes de la creación de la Casa, especialmente en 1499 cuando los Reyes Católicos, en sus intentos de limitar el régimen de empresa propia y monopolio impuestos por Colón en Santa Fe y, a la vez, favorecer el abastecimiento y la inmigración hacia las islas, autorizan, mediante capitulaciones, las expediciones de descubrimiento y rescate, en régimen de
coparticipación. Estas expediciones (autorizadas ya en 1495 pero revocadas a instancias de Colón en 1497) se realizan desde 1499 a 1502; son numerosas y en ellas se hacen prácticos y adquieren fama muchos de los pilotos y navegantes que darán prestigio a la navegación española (Juan de la Cosa, Américo Vespucio, Vicente Yánez Pinzón, Juan Díaz de Solís, etc.) y colaborarán al desarrollo de la Oficina Científica de la Casa de la Contratación.
Este apartado de la exposición se refiere a la fundación de la Casa de la Contratación y al intercambio entre ésta y los primeros personajes que van a abrir el camino hacia el Nuevo Mundo. A través de documentos y otros objetos se hace un recorrido por la vida de Juan de la Cosa hasta su muerte en Urabá (actual Colombia) el 28 de febrero de 1510.
Entre las piezas más destacadas podemos resaltar la Real Provisión original de los Reyes Católicos encargando a los vecinos de Palos que tuvieran preparadas dos carabelas (Pinta y Niña) para partir en la primera expedición colombina, las ordenanzas y fundación de la Casa de Contratación, una magnífica tabla flamenca de San Sebastián que refleja la muerte de Juan de la Cosa a manos de los indígenas, y la mayor parte de los documentos originales en los que aparece Juan de la Cosa, incluida una carta autógrafa con su firma.
4. Juan de la Cosa y la cartografía entre los siglos XV y XVI. El principal objetivo de esta área es ofrecer al público una visión general de la cartografía entre los siglos XV y XVI con el propósito de contextualizar la carta de Juan de la Cosa. Principalmente, se trata de describir los elementos definitorios de las cartas de marear, los portulanos, y su característica imagen del Mediterráneo (primero) y el mundo conocido (después).
Junto a ello, en esta sección se ofrece la oportunidad de revisar otro tipo de mapas que convivieron con los portulanos, surgidos tras la recuperación y difusión de la Geografía de Claudio Ptolomeo, y que ofrecieron una imagen significativamente distinta y muy alejada de la realidad, lo que no les impidió tener un amplísimo reconocimiento.
En esta sección se pueden ver también los principales problemas a los que debió enfrentarse el cartógrafo: el verdadero tamaño de la Tierra, la ubicación de los nuevos territorios respecto al continente europeo, la forma del nuevo mundo a través de la información de sus costas y su relación con el extremo oriental asiático.
Otros objetivos secundarios son los de acercar al público algunos aspectos técnicos referidos a las cartas de navegación, como pueden ser el posicionamiento del dato mediante el rumbo y la distancia estimada, la instrumentación asociada (astrolabios, brújulas, relojes, cuerdas), los materiales de confección de las cartas (pieles, tintas), etc.
Las piezas destacadas son un astrolabio náutico portugués del siglo XVI, diversas cartas náuticas y portulanos, y tres de las magníficas láminas del atlas manuscrito de Christian Sgrooten (1592), que dedicado a Felipe II es su trabajo más importante y una joya de la cartografía universal.
5. Sala del mapa de Juan de la Cosa. La Carta de Juan de la Cosa está considerada como una joya de la cartografía universal por ser el primer mapamundi en el que se representan los nuevos territorios descubiertos al otro lado del océano Atlántico. Aparece firmada en El Puerto de Santa María en 1500, es decir, entre el tercer y cuarto viaje a América del santoñés, y fue dibujada sobre un pergamino formado por dos pieles desiguales de ternera pegadas por el centro.
Obra inacabada, formalmente responde al modelo de portulano medieval náutico-geográfico de carácter decorativo, caracterizado por sus exagerados perfiles costeros, los numerosos topónimos, las figuras de soplones y rosas de los vientos o las viñetas de ciudades y monarcas. La Carta recoge los resultados de la expansión oceánica europea de finales del siglo XV, en la que destacan algunos hitos como la llegada de los portugueses a la India, la navegación inglesa por las costas norteamericanas y la exploración castellana en el Caribe y Sudamérica. Así mismo, están dibujadas las líneas del Ecuador y del trópico de Cáncer, así como el
meridiano que pasa por las Azores, que fue tomado como referencia para establecer las áreas de influencia española y portuguesa en el tratado de Tordesillas (1494).
Tras su realización, la carta estuvo perdida muchos años hasta que fue hallada fortuitamente en París en 1832 y forma parte del depósito del Museo Naval de Madrid desde 1853. Debido a la imposibilidad de contar con el original, en esta exposición se exhibe una copia interactiva que permite identificar algunos elementos destacados del mapa, además del retrato del navegante y una fiel maqueta de la Santa María.
Juan de la Cosa nació en Santoña hacia 1460, en el seno de una familia marinera, aunque se trasladó pronto, como tantos otros, a Andalucía (El Puerto de Santa María). Comerciante, cartógrafo, espía llevó a cabo misiones de gran importancia por delegación de los propios Reyes Católicos. Propietario de la nao Santa María, capitana del Descubrimiento, ocupó en el primer viaje colombino el puesto de maestre de la misma, y en el segundo el de maestre de hacer cartas de la expedición. Su tercer viaje al Nuevo Continente lo hizo con Alonso de Ojeda, y a su regreso (1500) ejecutó su famosa Carta, el primer mapamundi que incluía las tierras recién descubiertas. Tras dos viajes más, a finales de 1509 partió con Ojeda a una nueva expedición por Tierra Firme y murió acribillado, el 28 de febrero de 1510, por unos indígenas de la actual costa colombiana.
Su prematura muerte (con cerca de 50 años) le impidió ejercer de hecho un cargo jurisdiccional, el de alguacil mayor, en la práctica gobernador del territorio de Urabá en nombre de los reyes de Castilla con amplias atribuciones en la jurisdicción civil y criminal y unas funciones que pudieran asemejarse con el corregidor castellano. El cargo le fue concedido en principio por una vida, y posteriormente se amplió otra vida más; sin embargo, su linaje directo parece extinguirse sin dejar huella.
REDACCIÓN/jm
Santander, 09.08.2010.- Hasta el 31 de agosto podemos disfruta en el Palacio de Manzanedo, Santoña, de la exposición por Juan de la Cosa y la época de los descubrimientos que recuerda
al navegante y cartógrafo cántabro en el V Centenario de su fallecimiento y pretende reivindicar la figura de
Juan de la Cosa, hijo ilustre de esta localidad, así como el importante papel que desempeñó en
un periodo clave de la Historia de España: la transición de la Edad Media al Renacimiento. La
muestra destaca, de forma clara y divulgativa, su papel en el descubrimiento y exploración de
América así como su participación en las empresas científicas de la Corona de Castilla en la
transición de los siglos XV al XVI.
La muestra reúne cerca de un centenar de piezas entre pinturas, dibujos, documentos y maquetas que recrearán la Santoña de aquel tiempo, la expansión atlántica de la Corona de Castilla, la vida y los viajes de Juan de la Cosa y la relación del navegante con la Casa de Contratación y la cartografía de los siglos XV y XVI. Las piezas han sido cedidas por cerca de una veintena de prestadores, entre los que se encuentran el Museo Naval de Madrid, el Archivo General de Indias, la Biblioteca Nacional de España, el Archivo General de Simancas, el Museo de América, la Biblioteca Municipal de Santander, la Universidad de Salamanca, el Archivo General Militar de Madrid, el Museu Marítim de Barcelona, el Museo Marítimo del Cantábrico, el Centro Geográfico del Ejército, la Biblioteca de Menéndez Pelayo, los Archivos Históricos Provinciales de Sevilla y Cantabria, la Biblioteca Municipal de Santander, el Archivo Histórico Diocesano de Santander, la parroquia de Santa María del Puerto de Santoña y varios coleccionistas privados.
El itinerario se articula en cinco grandes apartados:
1. Juan de la Cosa y la Santoña de su tiempo. Este apartado sirve de introducción, geográfica y temporal, a los objetivos generales y al resto de los apartados temáticos de la exposición. Empieza por el imprescindible marco físico que determinó, durante siglos la vida de los santoñeses pues, con una canal profunda, su bahía presenta unas excepcionales condiciones de abrigo para las embarcaciones. Por este motivo, Santoña ha estado indisolublemente unida a los aconteceres navales y marítimos y, hasta el siglo XVIII, era conocida como Santa María del Puerto, Puerto de Santoña o simplemente Puerto.
En la Baja Edad Media Santoña era una población de tamaño mediano, con una emprendedora clase media claramente volcada hacia las actividades relacionadas con la mar: comercio de cabotaje y con Flandes; pesquerías de altura, como la ballena y el bacalao, y de bajura con el besugo y la sardina. El apartado también explica el porqué del asentamiento en Andalucía de numerosos marinos y comerciantes cántabros a finales de la Edad Media, que con sus barcos protagonizaron buena parte de la expansión oceánica; el ejemplo señero es Juan de la Cosa, vecino en 1500 de El Puerto de Santa María. Por último, se muestra a Juan de la Cosa como miembro de un antiguo linaje de Santoña, linaje que perviviría con barrio propio en la localidad cántabra hasta bien entrado el siglo XIX.
Entre las piezas que el visitante puede ver en esta sección de la exposición destacan una magnífica Sagrada Familia flamenca del siglo XVI y varios documentos de los siglos XV, XVI y XVII con noticias de miembros del linaje De la Cosa.
2. La expansión atlántica de la Corona de Castilla. La empresa de los descubrimientos fue iniciada por los portugueses con el objetivo final de alcanzar el oriente por mar, para proveerse directamente de las especias y otras mercancías preciosas de las que Europa no estaba dispuesta a prescindir y cuya ruta terrestre había sido obstaculizada por la caída de Constantinopla y el cierre del Mediterráneo oriental. Este objetivo se complementaba con otra serie de razones en las que se mezclaba la curiosidad científica con razones políticas y religiosas.
Los Reyes Católicos, una vez consolidado su reinado en Castilla y casi ultimada la Reconquista, se dieron cuenta de que estaban perdiendo la carrera atlántica frente a sus vecinos, comenzando sus reivindicaciones sobre Guinea y San Jorge de Mina y contra el monopolio portugués. Surgieron fricciones y apresamientos mutuos hasta la firma del tratado de Alcáçovas-Toledo, en el que se acordaron zonas de influencia, separadas por paralelos; al norte del paralelo de Canarias para Castilla y al sur para Portugal, que desde entonces controlaría las licencias de navegación para alcanzar la ruta de las especias por oriente. Se
inició entonces la expansión castellana por el Atlántico en busca de la ruta de las Especias por occidente. Después del primer viaje de Colón se inició una serie de viajes a las nuevas tierras descubiertas que podemos clasificar en varias fases, si nos atenemos a sus objetivos tanto geográficos como políticos.
La primera comienza con los viajes que se llevaron a cabo inmediatamente después del primer viaje de Colón y va desde 1494 hasta 1503 cuándo se creó la Casa de la Contratación. El motor geográfico de estos viajes era comprobar si lo descubierto era el archipiélago que según Ptolomeo precedía al continente asiático. El fin político sería confirmar si las tierras descubiertas estaban dentro del meridiano acordado en Tordesillas. Los viajes de esta primera etapa se dirigieron hacia la costa norte de América del Sur y al Caribe.
Podemos establecer la segunda etapa de los descubrimientos españoles de 1503 a 1513, cuando empieza a abrirse camino la percepción intelectual de un nuevo continente, quarta pars o mundus novus, que el viaje de Vespucio al servicio de los portugueses en 1502, había confirmado, pero que ya era una idea asumida por muchas mentes cultas del entorno de los descubridores. Aquí se enmarca el viaje de Juan de la Cosa (1504-1506) desde el golfo de Darién a la isla Margarita y el discutido viaje de Vicente Yáñez Pinzón (1505) que demostró la insularidad de Cuba y recorrió el litoral de Yucatán hasta llegar al cabo de San Agustín. Las
expediciones de Juan Ponce de León a La Florida en 1512 y el descubrimiento del mar del sur por Balboa en 1513 cierran esta etapa.
La tercera fase dentro de la clasificación establecida, se extendería desde 1514- 1523 y se inicia con la noticia del descubrimiento del mar del Sur por Balboa en 1513 y de las tierras que se abrían hacia el sur, plenas de fabulosas riquezas. Se prepara entonces el viaje de Juan Díaz de Solís (1515) hacia el Maluco que no pasó del río de la Plata donde pensaba encontrar el estrecho. Ante este fracaso se organizó en 1519 otra expedición para buscarlo más al sur del continente al mando de Fernando de Magallanes a través del estrecho que luego llevó su nombre. La expedición atravesó el Pacífico llegando a las Molucas siete años después que los portugueses y completando la circunnavegación de la tierra. El viaje de Magallanes-Elcano que confirmaba la esfericidad de la tierra, tuvo un amplio eco en toda Europa y produjo estupor en los cartógrafos europeos, que tuvieron que poner al día sus concepciones geográficas ptolemaicas para conciliarlas con los nuevos datos.
La cuarta y última etapa se extiende desde 1524 a 1550 y estaría determinada por los problemas políticos y geográficos planteados por el antimeridiano de las Molucas y los redoblados esfuerzos para buscar un paso al norte del continente, lo que produjo el reconocimiento de toda la costa atlántica de América del norte.
En este apartado de la muestra el visitante puede ver, entre otras piezas, un sello de Juana I de Castilla, un traslado del Tratado de Tordesillas, un cuadrante solar relicario de finales del siglo XVI, objetos y armas de los indígenas precolombinos y de los exploradores castellanos, y una Derrota de Cádiz a Sanlúcar de 1595.
3. Juan de la Cosa y la Casa de Contratación. Por la época y el lugar en que le tocó vivir y por su especial espíritu, participó en la vanguardia de los nuevos tiempos y fue un pionero en algunas de las actividades de la Casa de la Contratación, entre ellas como antecedente del Padrón Real. La Casa de la Contratación se funda el 20 de enero de 1503 como primer organismo oficial privativo de la administración del Nuevo Mundo; antes de su fundación los asuntos americanos cuya repercusión aún se desconocía, estuvieron a cargo del Consejo de Castilla a través de Juan Rodríguez de Fonseca, hasta que en 1524 se crea el Consejo de Indias.
Desde un principio la Casa se encargó, entre otras funciones, de promover, sobre todo en los comienzos, las nuevas exploraciones y perfilar los descubrimientos aprestando naves y hombres; también desarrolló una importante actividad como centro geográfico y científico respecto a la navegación, promoviendo su perfeccionamiento e inventariando los nuevos territorios que se iban incorporando a la Corona. Parte de esta actividad dentro de estas funciones, estaba dedicada a procurar la seguridad de la navegación tanto en las rutas como en los propios barcos.
La relación de Juan de la Cosa y otros pilotos con la Corona se inician antes de la creación de la Casa, especialmente en 1499 cuando los Reyes Católicos, en sus intentos de limitar el régimen de empresa propia y monopolio impuestos por Colón en Santa Fe y, a la vez, favorecer el abastecimiento y la inmigración hacia las islas, autorizan, mediante capitulaciones, las expediciones de descubrimiento y rescate, en régimen de
coparticipación. Estas expediciones (autorizadas ya en 1495 pero revocadas a instancias de Colón en 1497) se realizan desde 1499 a 1502; son numerosas y en ellas se hacen prácticos y adquieren fama muchos de los pilotos y navegantes que darán prestigio a la navegación española (Juan de la Cosa, Américo Vespucio, Vicente Yánez Pinzón, Juan Díaz de Solís, etc.) y colaborarán al desarrollo de la Oficina Científica de la Casa de la Contratación.
Este apartado de la exposición se refiere a la fundación de la Casa de la Contratación y al intercambio entre ésta y los primeros personajes que van a abrir el camino hacia el Nuevo Mundo. A través de documentos y otros objetos se hace un recorrido por la vida de Juan de la Cosa hasta su muerte en Urabá (actual Colombia) el 28 de febrero de 1510.
Entre las piezas más destacadas podemos resaltar la Real Provisión original de los Reyes Católicos encargando a los vecinos de Palos que tuvieran preparadas dos carabelas (Pinta y Niña) para partir en la primera expedición colombina, las ordenanzas y fundación de la Casa de Contratación, una magnífica tabla flamenca de San Sebastián que refleja la muerte de Juan de la Cosa a manos de los indígenas, y la mayor parte de los documentos originales en los que aparece Juan de la Cosa, incluida una carta autógrafa con su firma.
4. Juan de la Cosa y la cartografía entre los siglos XV y XVI. El principal objetivo de esta área es ofrecer al público una visión general de la cartografía entre los siglos XV y XVI con el propósito de contextualizar la carta de Juan de la Cosa. Principalmente, se trata de describir los elementos definitorios de las cartas de marear, los portulanos, y su característica imagen del Mediterráneo (primero) y el mundo conocido (después).
Junto a ello, en esta sección se ofrece la oportunidad de revisar otro tipo de mapas que convivieron con los portulanos, surgidos tras la recuperación y difusión de la Geografía de Claudio Ptolomeo, y que ofrecieron una imagen significativamente distinta y muy alejada de la realidad, lo que no les impidió tener un amplísimo reconocimiento.
En esta sección se pueden ver también los principales problemas a los que debió enfrentarse el cartógrafo: el verdadero tamaño de la Tierra, la ubicación de los nuevos territorios respecto al continente europeo, la forma del nuevo mundo a través de la información de sus costas y su relación con el extremo oriental asiático.
Otros objetivos secundarios son los de acercar al público algunos aspectos técnicos referidos a las cartas de navegación, como pueden ser el posicionamiento del dato mediante el rumbo y la distancia estimada, la instrumentación asociada (astrolabios, brújulas, relojes, cuerdas), los materiales de confección de las cartas (pieles, tintas), etc.
Las piezas destacadas son un astrolabio náutico portugués del siglo XVI, diversas cartas náuticas y portulanos, y tres de las magníficas láminas del atlas manuscrito de Christian Sgrooten (1592), que dedicado a Felipe II es su trabajo más importante y una joya de la cartografía universal.
5. Sala del mapa de Juan de la Cosa. La Carta de Juan de la Cosa está considerada como una joya de la cartografía universal por ser el primer mapamundi en el que se representan los nuevos territorios descubiertos al otro lado del océano Atlántico. Aparece firmada en El Puerto de Santa María en 1500, es decir, entre el tercer y cuarto viaje a América del santoñés, y fue dibujada sobre un pergamino formado por dos pieles desiguales de ternera pegadas por el centro.
Obra inacabada, formalmente responde al modelo de portulano medieval náutico-geográfico de carácter decorativo, caracterizado por sus exagerados perfiles costeros, los numerosos topónimos, las figuras de soplones y rosas de los vientos o las viñetas de ciudades y monarcas. La Carta recoge los resultados de la expansión oceánica europea de finales del siglo XV, en la que destacan algunos hitos como la llegada de los portugueses a la India, la navegación inglesa por las costas norteamericanas y la exploración castellana en el Caribe y Sudamérica. Así mismo, están dibujadas las líneas del Ecuador y del trópico de Cáncer, así como el
meridiano que pasa por las Azores, que fue tomado como referencia para establecer las áreas de influencia española y portuguesa en el tratado de Tordesillas (1494).
Tras su realización, la carta estuvo perdida muchos años hasta que fue hallada fortuitamente en París en 1832 y forma parte del depósito del Museo Naval de Madrid desde 1853. Debido a la imposibilidad de contar con el original, en esta exposición se exhibe una copia interactiva que permite identificar algunos elementos destacados del mapa, además del retrato del navegante y una fiel maqueta de la Santa María.
Juan de la Cosa nació en Santoña hacia 1460, en el seno de una familia marinera, aunque se trasladó pronto, como tantos otros, a Andalucía (El Puerto de Santa María). Comerciante, cartógrafo, espía llevó a cabo misiones de gran importancia por delegación de los propios Reyes Católicos. Propietario de la nao Santa María, capitana del Descubrimiento, ocupó en el primer viaje colombino el puesto de maestre de la misma, y en el segundo el de maestre de hacer cartas de la expedición. Su tercer viaje al Nuevo Continente lo hizo con Alonso de Ojeda, y a su regreso (1500) ejecutó su famosa Carta, el primer mapamundi que incluía las tierras recién descubiertas. Tras dos viajes más, a finales de 1509 partió con Ojeda a una nueva expedición por Tierra Firme y murió acribillado, el 28 de febrero de 1510, por unos indígenas de la actual costa colombiana.
Su prematura muerte (con cerca de 50 años) le impidió ejercer de hecho un cargo jurisdiccional, el de alguacil mayor, en la práctica gobernador del territorio de Urabá en nombre de los reyes de Castilla con amplias atribuciones en la jurisdicción civil y criminal y unas funciones que pudieran asemejarse con el corregidor castellano. El cargo le fue concedido en principio por una vida, y posteriormente se amplió otra vida más; sin embargo, su linaje directo parece extinguirse sin dejar huella.
Y Todo a Media LUZ: Carlos César Lenzi
A MEDIA LUZ
1925
Letra de Carlos César Lenzi
Musica de Edgardo Donatto
Corrientes tres cuatro ocho,
segundo piso, ascensor;
no hay porteros ni vecinos
adentro, cóctel y amor.
Pisito que puso Maple,
piano, estera y velador...
un telefón que contesta,
una fonola que llora
viejos tangos de mi flor,
y un gato de porcelana
pa que no maúlle al amor.
Y todo a media luz,
que es un brujo el amor,
a media luz los besos,
a media luz los dos...
Y todo a media luz,
crepúsculo interior,
que suave terciopelo
la media luz de amor.
Juncal doce veinticuatro,
telefonea sin temor;
de tarde, te con masitas,
de noche, tango y amor;
los domingos, te danzante,
los lunes, desolación.
Hay de todo en la casita:
almohadones y divanes
como en botica... cocó,
alfombras que no hacen ruido
y mesa puesta al amor...
1925
Letra de Carlos César Lenzi
Musica de Edgardo Donatto
Corrientes tres cuatro ocho,
segundo piso, ascensor;
no hay porteros ni vecinos
adentro, cóctel y amor.
Pisito que puso Maple,
piano, estera y velador...
un telefón que contesta,
una fonola que llora
viejos tangos de mi flor,
y un gato de porcelana
pa que no maúlle al amor.
Y todo a media luz,
que es un brujo el amor,
a media luz los besos,
a media luz los dos...
Y todo a media luz,
crepúsculo interior,
que suave terciopelo
la media luz de amor.
Juncal doce veinticuatro,
telefonea sin temor;
de tarde, te con masitas,
de noche, tango y amor;
los domingos, te danzante,
los lunes, desolación.
Hay de todo en la casita:
almohadones y divanes
como en botica... cocó,
alfombras que no hacen ruido
y mesa puesta al amor...
Juan de la Cosa Vecino del Puerto de Santa María
Juan de la Cosa y la época de los descubrimientos
3 08 2010
Juan de la Cosa y la época de los descubrimientos
Retrato ideal de Juan de la Cosa. Oleo sobre lienzo. Museo Naval. Madrid
París, 29 de julio de 2010.
Entrañable Ofelia,
El Ayuntamiento de Santoña y la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC) recuerdan al navegante y cartógrafo cántabro en el V Centenario de su fallecimiento con la exposición Juan de la Cosa y la época de los descubrimientos, que reúne cerca de un centenar de piezas entre pinturas, dibujos, documentos y maquetas que recrearán la Santoña de aquel tiempo, la expansión atlántica de la Corona de Castilla, la vida y los viajes de Juan de la Cosa y la relación del navegante con la Casa de Contratación y la cartografía de los siglos XV y XVI.
Las piezas han sido cedidas por cerca de una veintena de prestadores, entre los que se encuentran el Museo Naval de Madrid, el Archivo General de Indias, la Biblioteca Nacional de España, el Archivo General de Simancas, el Museo de América, la Biblioteca Municipal de Santander, la Universidad de Salamanca, el Archivo General Militar de Madrid, el Museu Marítim de Barcelona, el Museo Marítimo del Cantábrico, el Centro Geográfico del Ejército, la Biblioteca de Menéndez Pelayo, los Archivos Históricos Provinciales de Sevilla y Cantabria, la Biblioteca Municipal de Santander, el Archivo Histórico Diocesano de Santander, la parroquia de Santa María del Puerto de Santoña y varios coleccionistas privados.
Con esta iniciativa la SECC y el Ayuntamiento de Santoña quieren reivindicar la figura de Juan de la Cosa, hijo ilustre de esta localidad, así como el importante papel que desempeñó en un periodo clave de la Historia de España: la transición de la Edad Media al Renacimiento. La muestra destaca, de forma clara y divulgativa, su papel en el descubrimiento y exploración de América así como su participación en las empresas científicas de la Corona de Castilla en la transición de los siglos XV al XVI.
La muestra, que cuenta con la colaboración está estructurada en cinco grandes apartados:
I. Juan de la Cosa y la Santoña de su tiempo.
Este apartado sirve de introducción, geográfica y temporal, a los objetivos generales y al resto de los apartados temáticos de la exposición. Empieza por el imprescindible marco físico que determinó, durante siglos la vida de los santoñeses pues, con una canal profunda, su bahía presenta unas excepcionales condiciones de abrigo para las embarcaciones. Por este motivo, Santoña ha estado indisolublemente unida a los aconteceres navales y marítimos y, hasta el siglo XVIII, era conocida como Santa María del Puerto, Puerto de Santoña o simplemente Puerto.
En la Baja Edad Media Santoña era una población de tamaño mediano, con una emprendedora clase media claramente volcada hacia las actividades relacionadas con la mar: comercio de cabotaje y con Flandes; pesquerías de altura, como la ballena y el bacalao, y de bajura con el besugo y la sardina. El apartado también explica el porqué del asentamiento en Andalucía de numerosos marinos y comerciantes cántabros a finales de la Edad Media, que con sus barcos protagonizaron buena parte de la expansión oceánica; el ejemplo señero es Juan de la Cosa, vecino en 1500 de El Puerto de Santa María. Por último, se muestra a Juan de la Cosa como miembro de un antiguo linaje de Santoña, linaje que perviviría con barrio propio en la localidad cántabra hasta bien entrado el siglo XIX. Entre las piezas que el visitante puede ver en esta sección de la exposición destacan una magnífica Sagrada Familia flamenca del siglo XVI y varios documentos de los siglos XV, XVI y XVII con noticias de miembros del linaje De la Cosa.
II. La expansión atlántica de la Corona de Castilla.
La empresa de los descubrimientos fue iniciada por los portugueses con el objetivo final de alcanzar el oriente por mar, para proveerse directamente de las especias y otras mercancías preciosas de las que Europa no estaba dispuesta a prescindir y cuya ruta terrestre había sido obstaculizada por la caída de Constantinopla y el cierre del Mediterráneo oriental. Este objetivo se complementaba con otra serie de razones en las que se mezclaba la curiosidad científica con razones políticas y religiosas. Los Reyes Católicos, una vez consolidado su reinado en Castilla y casi ultimada la Reconquista, se dieron cuenta de que estaban perdiendo la carrera atlántica frente a sus vecinos, comenzando sus reivindicaciones sobre Guinea y San Jorge de Mina y contra el monopolio portugués. Surgieron fricciones y apresamientos mutuos hasta la firma del tratado de Alcáçovas-Toledo, en el que se acordaron zonas de influencia, separadas por paralelos; al norte del paralelo de Canarias para Castilla y al sur para Portugal, que desde entonces controlaría las licencias de navegación para alcanzar la ruta de las especias por oriente. Se inició entonces la expansión castellana por el Atlántico en busca de la ruta de las Especias por occidente. Después del primer viaje de Colón se inició una serie de viajes a las nuevas tierras descubiertas que podemos clasificar en varias fases, si nos atenemos a sus objetivos tanto geográficos como políticos.
La primera comienza con los viajes que se llevaron a cabo inmediatamente después del primer viaje de Colón y va desde 1494 hasta 1503 cuándo se creó la Casa de la Contratación. El motor geográfico de estos viajes era comprobar si lo descubierto era el archipiélago que según Ptolomeo precedía al continente asiático. El fin político sería confirmar si las tierras descubiertas estaban dentro del meridiano acordado en Tordesillas. Los viajes de esta primera etapa se dirigieron hacia la costa norte de América del Sur y al Caribe. Podemos establecer la segunda etapa de los descubrimientos españoles de 1503 a 1513, cuando empieza a abrirse camino la percepción intelectual de un nuevo continente, quarta pars o mundus novus, que el viaje de Vespucio al servicio de los portugueses en 1502, había confirmado, pero que ya era una idea asumida por muchas mentes cultas del entorno de los descubridores. Aquí se enmarca el viaje de Juan de la Cosa (1504-1506) desde el golfo de Darién a la isla Margarita y el discutido viaje de Vicente Yáñez Pinzón (1505) que demostró la insularidad de Cuba y recorrió el litoral de Yucatán hasta llegar al cabo de San Agustín. Las expediciones de Juan Ponce de León a La Florida en 1512 y el descubrimiento del mar del sur por Balboa en 1513 cierran esta etapa.
La tercera fase dentro de la clasificación que hemos establecido, se extendería desde 1514-1523 y se inicia con la noticia del descubrimiento del mar del Sur por Balboa en 1513 y de las tierras que se abrían hacia el sur, plenas de fabulosas riquezas. Se prepara entonces el viaje de Juan Díaz de Solís (1515) hacia el Maluco que no pasó del río de la Plata donde pensaba encontrar el estrecho. Ante este fracaso se organizó en 1519 otra expedición para buscarlo más al sur del continente al mando de Fernando de Magallanes a través del estrecho que luego llevó su nombre. La expedición atravesó el Pacífico llegando a las Molucas siete años después que los portugueses y completando la circunnavegación de la tierra. El viaje de Magallanes-Elcano que confirmaba la esfericidad de la tierra, tuvo un amplio eco en toda Europa y produjo estupor en los cartógrafos europeos, que tuvieron que poner al día sus concepciones geográficas ptolemaicas para conciliarlas con los nuevos datos.
La cuarta y última etapa se extiende desde 1524 a 1550 y estaría determinada por los problemas políticos y geográficos planteados por el antimeridiano de las Molucas y los redoblados esfuerzos para buscar un paso al norte del continente, lo que produjo el reconocimiento de toda la costa atlántica de América del norte. En este apartado de la muestra el visitante puede ver, entre otras piezas, un sello de Juana I de Castilla, un traslado del Tratado de Tordesillas, un cuadrante solar relicario de finales del siglo XVI, objetos y armas de los indígenas precolombinos y de los exploradores castellanos, y una Derrota de Cádiz a Sanlúcar de 1595.
III. Juan de la Cosa y la Casa de Contratación.
Por la época y el lugar en que le tocó vivir y por su especial espíritu, participó en la vanguardia de los nuevos tiempos y fue un pionero en algunas de las actividades de la Casa de la Contratación, entre ellas como antecedente del Padrón Real. La Casa de la Contratación se funda el 20 de enero de 1503 como primer organismo oficial privativo de la administración del Nuevo Mundo; antes de su fundación los asuntos americanos cuya repercusión aún se desconocía, estuvieron a cargo del Consejo de Castilla a través de Juan Rodríguez de Fonseca, hasta que en 1524 se crea el Consejo de Indias. Desde un principio la Casa se encargó, entre otras funciones, de promover, sobre todo en los comienzos, las nuevas exploraciones y perfilar los descubrimientos aprestando naves y hombres; también desarrolló una importante actividad como centro geográfico y científico respecto a la navegación, promoviendo su perfeccionamiento e inventariando los nuevos territorios que se iban incorporando a la Corona. Parte de esta actividad dentro de estas funciones, estaba dedicada a procurar la seguridad de la navegación tanto en las rutas como en los propios barcos.
La relación de Juan de la Cosa y otros pilotos con la Corona se inician antes de la creación de la Casa, especialmente en 1499 cuando los Reyes Católicos, en sus intentos de limitar el régimen de empresa propia y monopolio impuestos por Colón en Santa Fe y, a la vez,
favorecer el abastecimiento y la inmigración hacia las islas, autorizan, mediante capitulaciones, las expediciones de “descubrimiento y rescate”, en régimen de coparticipación. Estas expediciones (autorizadas ya en 1495 pero revocadas a instancias de Colón en 1497) se realizan desde 1499 a 1502; son numerosas y en ellas se hacen prácticos y adquieren fama muchos de los pilotos y navegantes que darán prestigio a la navegación española (Juan de la Cosa, Américo Vespucio, Vicente Yánez Pinzón, Juan Díaz de Solís, etc.) y colaborarán al desarrollo de la Oficina Científica de la Casa de la Contratación. Este apartado de la exposición se refiere a la fundación de la Casa de la Contratación y al intercambio entre ésta y los primeros personajes que van a abrir el camino hacia el Nuevo Mundo. A través de documentos y otros objetos se hace un recorrido por la vida de Juan de la Cosa hasta su muerte en Urabá (actual Colombia) el 28 de febrero de 1510.
Entre las piezas más destacadas podemos resaltar la Real Provisión original de los Reyes Católicos encargando a los vecinos de Palos que tuvieran preparadas dos carabelas (Pinta y Niña) para partir en la primera expedición colombina, las ordenanzas y fundación de la Casa de Contratación, una magnífica tabla flamenca de San Sebastián que refleja la muerte de Juan de la Cosa a manos de los indígenas, y la mayor parte de los documentos originales en los que aparece Juan de la Cosa, incluida una carta autógrafa con su firma.
IV. Juan de la Cosa y la cartografía entre los siglos XV y XVI.
El principal objetivo de esta área es ofrecer al público una visión general de la cartografía entre los siglos XV y XVI con el propósito de contextualizar la carta de Juan de la Cosa. Principalmente, se trata de describir los elementos definitorios de las cartas de marear, los “portulanos”, y su característica imagen del Mediterráneo (primero) y el mundo conocido (después). Junto a ello, en esta sección se ofrece la oportunidad de revisar otro tipo de mapas que convivieron con los portulanos, surgidos tras la recuperación y difusión de la “Geografía” de Claudio Ptolomeo, y que ofrecieron una imagen significativamente distinta y muy alejada de la realidad, lo que no les impidió tener un amplísimo reconocimiento. En esta sección se pueden ver también los principales problemas a los que debió enfrentarse el cartógrafo: el verdadero tamaño de la Tierra, la ubicación de los nuevos territorios respecto al continente europeo, la forma del nuevo mundo a través de la información de sus costas y su relación con el extremo oriental asiático. Otros objetivos secundarios son los de acercar al público algunos aspectos técnicos referidos a las cartas de navegación, como pueden ser el posicionamiento del dato mediante el rumbo y la distancia estimada, la instrumentación asociada (astrolabios, brújulas, relojes, cuerdas), los materiales de confección de las cartas (pieles, tintas), etc. Las piezas destacadas son un astrolabio náutico portugués del siglo XVI, diversas cartas náuticas y portulanos, y tres de las magníficas láminas del atlas manuscrito de Christian Sgrooten (1592), que dedicado a Felipe II es su trabajo más importante y una joya de la cartografía universal.
V. Sala del mapa de Juan de la Cosa.
La Carta de Juan de la Cosa está considerada como una joya de la cartografía universal por ser el primer mapamundi en el que se representan los nuevos territorios descubiertos al otro lado del océano Atlántico. Aparece firmada en El Puerto de Santa María en 1500, es decir, entre el tercer y cuarto viaje a América del santoñés, y fue dibujada sobre un pergamino formado por dos pieles desiguales de ternera pegadas por el centro. Obra inacabada, formalmente responde al modelo de portulano medieval náutico-geográfico de carácter decorativo, caracterizado por sus exagerados perfiles costeros, los numerosos topónimos, las figuras de soplones y rosas de los vientos o las viñetas de ciudades y monarcas. La Carta recoge los resultados de la expansión oceánica europea de finales del siglo XV, en la que destacan algunos hitos como la llegada de los portugueses a la India, la navegación inglesa por las costas norteamericanas y la exploración castellana en el Caribe y Sudamérica. Así mismo, están dibujadas las líneas del Ecuador y del trópico de Cáncer, así como el meridiano que pasa por las Azores, que fue tomado como referencia para establecer las áreas de influencia española y portuguesa en el tratado de Tordesillas (1494). Tras su realización, la carta estuvo perdida muchos años hasta que fue hallada fortuitamente en París en 1832 y forma parte del depósito del Museo Naval de Madrid desde 1853. Debido a la imposibilidad de contar con el original, en esta exposición se exhibe una copia interactiva que permite identificar algunos elementos destacados del mapa, además del retrato del navegante y una fiel maqueta de la Santa María.
Juan de la Cosa nació en Santoña hacia 1460, en el seno de una familia marinera, aunque se trasladó pronto, como tantos otros, a Andalucía (El Puerto de Santa María). Comerciante, cartógrafo, espía… llevó a cabo misiones de gran importancia por delegación de los propios Reyes Católicos. Propietario de la nao Santa María, capitana del Descubrimiento, ocupó en el primer viaje colombino el puesto de maestre de la misma, y en el segundo el de “maestre de hacer cartas” de la expedición. Su tercer viaje al Nuevo Continente lo hizo con Alonso de Ojeda, y a su regreso (1500) ejecutó su famosa Carta, el primer mapamundi que incluía las tierras recién descubiertas. Tras dos viajes más, a finales de 1509 partió con Ojeda a una nueva expedición por Tierra Firme y murió acribillado, el 28 de febrero de 1510, por unos indígenas de la actual costa colombiana. Su prematura muerte (con cerca de 50 años) le impidió ejercer de hecho un cargo jurisdiccional, el de alguacil mayor, en la práctica gobernador del territorio de Urabá en nombre de los reyes de Castilla con amplias atribuciones en la jurisdicción civil y criminal y unas funciones que pudieran asemejarse con el corregidor castellano. El cargo le fue concedido en principio por una vida, y posteriormente se amplió otra vida más; sin embargo, su linaje directo parece extinguirse sin dejar huella.
Con motivo de la exposición se ha editado un catálogo que incluye, además de las piezas que están presentes en la muestra y unas útiles Cronología y Bibliografía, artículos de :
• Rafael Palacio Ramos: Juan de la Cosa y la Santoña de su tiempo
• María Luisa Martín-Merás Verdejo: Juan de la Cosa y la expansión atlántica de la Corona de Castilla
• María Antonia Colomar Albájar: Surcando mares de papel. Juan de la Cosa a través de las fuentes documentales
• Fernando Silió Cervera: Geografías múltiples para una nueva imagen del mundo: la Carta de Juan de la Cosa
Exposición Juan de la Cosa y la época de los descubrimientos.
Palacio de Manzanedo (Santoña), abierto al público hasta el 31 de agosto de 2010.El Comisario es Rafael Palacio Ramos, Director-Gerente de la Casa de Cultura de Santoña. Los asesores científicos son María Luisa Martín-Merás Verdejo, Directora Técnica del Museo Naval de Madrid (Ministerio de Defensa), María Antonia Colomar Albájar, Subdirectora del Archivo General de Indias (Ministerio de Cultura) y Fernando Silió Cervera, Geógrafo.
3 08 2010
Juan de la Cosa y la época de los descubrimientos
Retrato ideal de Juan de la Cosa. Oleo sobre lienzo. Museo Naval. Madrid
París, 29 de julio de 2010.
Entrañable Ofelia,
El Ayuntamiento de Santoña y la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC) recuerdan al navegante y cartógrafo cántabro en el V Centenario de su fallecimiento con la exposición Juan de la Cosa y la época de los descubrimientos, que reúne cerca de un centenar de piezas entre pinturas, dibujos, documentos y maquetas que recrearán la Santoña de aquel tiempo, la expansión atlántica de la Corona de Castilla, la vida y los viajes de Juan de la Cosa y la relación del navegante con la Casa de Contratación y la cartografía de los siglos XV y XVI.
Las piezas han sido cedidas por cerca de una veintena de prestadores, entre los que se encuentran el Museo Naval de Madrid, el Archivo General de Indias, la Biblioteca Nacional de España, el Archivo General de Simancas, el Museo de América, la Biblioteca Municipal de Santander, la Universidad de Salamanca, el Archivo General Militar de Madrid, el Museu Marítim de Barcelona, el Museo Marítimo del Cantábrico, el Centro Geográfico del Ejército, la Biblioteca de Menéndez Pelayo, los Archivos Históricos Provinciales de Sevilla y Cantabria, la Biblioteca Municipal de Santander, el Archivo Histórico Diocesano de Santander, la parroquia de Santa María del Puerto de Santoña y varios coleccionistas privados.
Con esta iniciativa la SECC y el Ayuntamiento de Santoña quieren reivindicar la figura de Juan de la Cosa, hijo ilustre de esta localidad, así como el importante papel que desempeñó en un periodo clave de la Historia de España: la transición de la Edad Media al Renacimiento. La muestra destaca, de forma clara y divulgativa, su papel en el descubrimiento y exploración de América así como su participación en las empresas científicas de la Corona de Castilla en la transición de los siglos XV al XVI.
La muestra, que cuenta con la colaboración está estructurada en cinco grandes apartados:
I. Juan de la Cosa y la Santoña de su tiempo.
Este apartado sirve de introducción, geográfica y temporal, a los objetivos generales y al resto de los apartados temáticos de la exposición. Empieza por el imprescindible marco físico que determinó, durante siglos la vida de los santoñeses pues, con una canal profunda, su bahía presenta unas excepcionales condiciones de abrigo para las embarcaciones. Por este motivo, Santoña ha estado indisolublemente unida a los aconteceres navales y marítimos y, hasta el siglo XVIII, era conocida como Santa María del Puerto, Puerto de Santoña o simplemente Puerto.
En la Baja Edad Media Santoña era una población de tamaño mediano, con una emprendedora clase media claramente volcada hacia las actividades relacionadas con la mar: comercio de cabotaje y con Flandes; pesquerías de altura, como la ballena y el bacalao, y de bajura con el besugo y la sardina. El apartado también explica el porqué del asentamiento en Andalucía de numerosos marinos y comerciantes cántabros a finales de la Edad Media, que con sus barcos protagonizaron buena parte de la expansión oceánica; el ejemplo señero es Juan de la Cosa, vecino en 1500 de El Puerto de Santa María. Por último, se muestra a Juan de la Cosa como miembro de un antiguo linaje de Santoña, linaje que perviviría con barrio propio en la localidad cántabra hasta bien entrado el siglo XIX. Entre las piezas que el visitante puede ver en esta sección de la exposición destacan una magnífica Sagrada Familia flamenca del siglo XVI y varios documentos de los siglos XV, XVI y XVII con noticias de miembros del linaje De la Cosa.
II. La expansión atlántica de la Corona de Castilla.
La empresa de los descubrimientos fue iniciada por los portugueses con el objetivo final de alcanzar el oriente por mar, para proveerse directamente de las especias y otras mercancías preciosas de las que Europa no estaba dispuesta a prescindir y cuya ruta terrestre había sido obstaculizada por la caída de Constantinopla y el cierre del Mediterráneo oriental. Este objetivo se complementaba con otra serie de razones en las que se mezclaba la curiosidad científica con razones políticas y religiosas. Los Reyes Católicos, una vez consolidado su reinado en Castilla y casi ultimada la Reconquista, se dieron cuenta de que estaban perdiendo la carrera atlántica frente a sus vecinos, comenzando sus reivindicaciones sobre Guinea y San Jorge de Mina y contra el monopolio portugués. Surgieron fricciones y apresamientos mutuos hasta la firma del tratado de Alcáçovas-Toledo, en el que se acordaron zonas de influencia, separadas por paralelos; al norte del paralelo de Canarias para Castilla y al sur para Portugal, que desde entonces controlaría las licencias de navegación para alcanzar la ruta de las especias por oriente. Se inició entonces la expansión castellana por el Atlántico en busca de la ruta de las Especias por occidente. Después del primer viaje de Colón se inició una serie de viajes a las nuevas tierras descubiertas que podemos clasificar en varias fases, si nos atenemos a sus objetivos tanto geográficos como políticos.
La primera comienza con los viajes que se llevaron a cabo inmediatamente después del primer viaje de Colón y va desde 1494 hasta 1503 cuándo se creó la Casa de la Contratación. El motor geográfico de estos viajes era comprobar si lo descubierto era el archipiélago que según Ptolomeo precedía al continente asiático. El fin político sería confirmar si las tierras descubiertas estaban dentro del meridiano acordado en Tordesillas. Los viajes de esta primera etapa se dirigieron hacia la costa norte de América del Sur y al Caribe. Podemos establecer la segunda etapa de los descubrimientos españoles de 1503 a 1513, cuando empieza a abrirse camino la percepción intelectual de un nuevo continente, quarta pars o mundus novus, que el viaje de Vespucio al servicio de los portugueses en 1502, había confirmado, pero que ya era una idea asumida por muchas mentes cultas del entorno de los descubridores. Aquí se enmarca el viaje de Juan de la Cosa (1504-1506) desde el golfo de Darién a la isla Margarita y el discutido viaje de Vicente Yáñez Pinzón (1505) que demostró la insularidad de Cuba y recorrió el litoral de Yucatán hasta llegar al cabo de San Agustín. Las expediciones de Juan Ponce de León a La Florida en 1512 y el descubrimiento del mar del sur por Balboa en 1513 cierran esta etapa.
La tercera fase dentro de la clasificación que hemos establecido, se extendería desde 1514-1523 y se inicia con la noticia del descubrimiento del mar del Sur por Balboa en 1513 y de las tierras que se abrían hacia el sur, plenas de fabulosas riquezas. Se prepara entonces el viaje de Juan Díaz de Solís (1515) hacia el Maluco que no pasó del río de la Plata donde pensaba encontrar el estrecho. Ante este fracaso se organizó en 1519 otra expedición para buscarlo más al sur del continente al mando de Fernando de Magallanes a través del estrecho que luego llevó su nombre. La expedición atravesó el Pacífico llegando a las Molucas siete años después que los portugueses y completando la circunnavegación de la tierra. El viaje de Magallanes-Elcano que confirmaba la esfericidad de la tierra, tuvo un amplio eco en toda Europa y produjo estupor en los cartógrafos europeos, que tuvieron que poner al día sus concepciones geográficas ptolemaicas para conciliarlas con los nuevos datos.
La cuarta y última etapa se extiende desde 1524 a 1550 y estaría determinada por los problemas políticos y geográficos planteados por el antimeridiano de las Molucas y los redoblados esfuerzos para buscar un paso al norte del continente, lo que produjo el reconocimiento de toda la costa atlántica de América del norte. En este apartado de la muestra el visitante puede ver, entre otras piezas, un sello de Juana I de Castilla, un traslado del Tratado de Tordesillas, un cuadrante solar relicario de finales del siglo XVI, objetos y armas de los indígenas precolombinos y de los exploradores castellanos, y una Derrota de Cádiz a Sanlúcar de 1595.
III. Juan de la Cosa y la Casa de Contratación.
Por la época y el lugar en que le tocó vivir y por su especial espíritu, participó en la vanguardia de los nuevos tiempos y fue un pionero en algunas de las actividades de la Casa de la Contratación, entre ellas como antecedente del Padrón Real. La Casa de la Contratación se funda el 20 de enero de 1503 como primer organismo oficial privativo de la administración del Nuevo Mundo; antes de su fundación los asuntos americanos cuya repercusión aún se desconocía, estuvieron a cargo del Consejo de Castilla a través de Juan Rodríguez de Fonseca, hasta que en 1524 se crea el Consejo de Indias. Desde un principio la Casa se encargó, entre otras funciones, de promover, sobre todo en los comienzos, las nuevas exploraciones y perfilar los descubrimientos aprestando naves y hombres; también desarrolló una importante actividad como centro geográfico y científico respecto a la navegación, promoviendo su perfeccionamiento e inventariando los nuevos territorios que se iban incorporando a la Corona. Parte de esta actividad dentro de estas funciones, estaba dedicada a procurar la seguridad de la navegación tanto en las rutas como en los propios barcos.
La relación de Juan de la Cosa y otros pilotos con la Corona se inician antes de la creación de la Casa, especialmente en 1499 cuando los Reyes Católicos, en sus intentos de limitar el régimen de empresa propia y monopolio impuestos por Colón en Santa Fe y, a la vez,
favorecer el abastecimiento y la inmigración hacia las islas, autorizan, mediante capitulaciones, las expediciones de “descubrimiento y rescate”, en régimen de coparticipación. Estas expediciones (autorizadas ya en 1495 pero revocadas a instancias de Colón en 1497) se realizan desde 1499 a 1502; son numerosas y en ellas se hacen prácticos y adquieren fama muchos de los pilotos y navegantes que darán prestigio a la navegación española (Juan de la Cosa, Américo Vespucio, Vicente Yánez Pinzón, Juan Díaz de Solís, etc.) y colaborarán al desarrollo de la Oficina Científica de la Casa de la Contratación. Este apartado de la exposición se refiere a la fundación de la Casa de la Contratación y al intercambio entre ésta y los primeros personajes que van a abrir el camino hacia el Nuevo Mundo. A través de documentos y otros objetos se hace un recorrido por la vida de Juan de la Cosa hasta su muerte en Urabá (actual Colombia) el 28 de febrero de 1510.
Entre las piezas más destacadas podemos resaltar la Real Provisión original de los Reyes Católicos encargando a los vecinos de Palos que tuvieran preparadas dos carabelas (Pinta y Niña) para partir en la primera expedición colombina, las ordenanzas y fundación de la Casa de Contratación, una magnífica tabla flamenca de San Sebastián que refleja la muerte de Juan de la Cosa a manos de los indígenas, y la mayor parte de los documentos originales en los que aparece Juan de la Cosa, incluida una carta autógrafa con su firma.
IV. Juan de la Cosa y la cartografía entre los siglos XV y XVI.
El principal objetivo de esta área es ofrecer al público una visión general de la cartografía entre los siglos XV y XVI con el propósito de contextualizar la carta de Juan de la Cosa. Principalmente, se trata de describir los elementos definitorios de las cartas de marear, los “portulanos”, y su característica imagen del Mediterráneo (primero) y el mundo conocido (después). Junto a ello, en esta sección se ofrece la oportunidad de revisar otro tipo de mapas que convivieron con los portulanos, surgidos tras la recuperación y difusión de la “Geografía” de Claudio Ptolomeo, y que ofrecieron una imagen significativamente distinta y muy alejada de la realidad, lo que no les impidió tener un amplísimo reconocimiento. En esta sección se pueden ver también los principales problemas a los que debió enfrentarse el cartógrafo: el verdadero tamaño de la Tierra, la ubicación de los nuevos territorios respecto al continente europeo, la forma del nuevo mundo a través de la información de sus costas y su relación con el extremo oriental asiático. Otros objetivos secundarios son los de acercar al público algunos aspectos técnicos referidos a las cartas de navegación, como pueden ser el posicionamiento del dato mediante el rumbo y la distancia estimada, la instrumentación asociada (astrolabios, brújulas, relojes, cuerdas), los materiales de confección de las cartas (pieles, tintas), etc. Las piezas destacadas son un astrolabio náutico portugués del siglo XVI, diversas cartas náuticas y portulanos, y tres de las magníficas láminas del atlas manuscrito de Christian Sgrooten (1592), que dedicado a Felipe II es su trabajo más importante y una joya de la cartografía universal.
V. Sala del mapa de Juan de la Cosa.
La Carta de Juan de la Cosa está considerada como una joya de la cartografía universal por ser el primer mapamundi en el que se representan los nuevos territorios descubiertos al otro lado del océano Atlántico. Aparece firmada en El Puerto de Santa María en 1500, es decir, entre el tercer y cuarto viaje a América del santoñés, y fue dibujada sobre un pergamino formado por dos pieles desiguales de ternera pegadas por el centro. Obra inacabada, formalmente responde al modelo de portulano medieval náutico-geográfico de carácter decorativo, caracterizado por sus exagerados perfiles costeros, los numerosos topónimos, las figuras de soplones y rosas de los vientos o las viñetas de ciudades y monarcas. La Carta recoge los resultados de la expansión oceánica europea de finales del siglo XV, en la que destacan algunos hitos como la llegada de los portugueses a la India, la navegación inglesa por las costas norteamericanas y la exploración castellana en el Caribe y Sudamérica. Así mismo, están dibujadas las líneas del Ecuador y del trópico de Cáncer, así como el meridiano que pasa por las Azores, que fue tomado como referencia para establecer las áreas de influencia española y portuguesa en el tratado de Tordesillas (1494). Tras su realización, la carta estuvo perdida muchos años hasta que fue hallada fortuitamente en París en 1832 y forma parte del depósito del Museo Naval de Madrid desde 1853. Debido a la imposibilidad de contar con el original, en esta exposición se exhibe una copia interactiva que permite identificar algunos elementos destacados del mapa, además del retrato del navegante y una fiel maqueta de la Santa María.
Juan de la Cosa nació en Santoña hacia 1460, en el seno de una familia marinera, aunque se trasladó pronto, como tantos otros, a Andalucía (El Puerto de Santa María). Comerciante, cartógrafo, espía… llevó a cabo misiones de gran importancia por delegación de los propios Reyes Católicos. Propietario de la nao Santa María, capitana del Descubrimiento, ocupó en el primer viaje colombino el puesto de maestre de la misma, y en el segundo el de “maestre de hacer cartas” de la expedición. Su tercer viaje al Nuevo Continente lo hizo con Alonso de Ojeda, y a su regreso (1500) ejecutó su famosa Carta, el primer mapamundi que incluía las tierras recién descubiertas. Tras dos viajes más, a finales de 1509 partió con Ojeda a una nueva expedición por Tierra Firme y murió acribillado, el 28 de febrero de 1510, por unos indígenas de la actual costa colombiana. Su prematura muerte (con cerca de 50 años) le impidió ejercer de hecho un cargo jurisdiccional, el de alguacil mayor, en la práctica gobernador del territorio de Urabá en nombre de los reyes de Castilla con amplias atribuciones en la jurisdicción civil y criminal y unas funciones que pudieran asemejarse con el corregidor castellano. El cargo le fue concedido en principio por una vida, y posteriormente se amplió otra vida más; sin embargo, su linaje directo parece extinguirse sin dejar huella.
Con motivo de la exposición se ha editado un catálogo que incluye, además de las piezas que están presentes en la muestra y unas útiles Cronología y Bibliografía, artículos de :
• Rafael Palacio Ramos: Juan de la Cosa y la Santoña de su tiempo
• María Luisa Martín-Merás Verdejo: Juan de la Cosa y la expansión atlántica de la Corona de Castilla
• María Antonia Colomar Albájar: Surcando mares de papel. Juan de la Cosa a través de las fuentes documentales
• Fernando Silió Cervera: Geografías múltiples para una nueva imagen del mundo: la Carta de Juan de la Cosa
Exposición Juan de la Cosa y la época de los descubrimientos.
Palacio de Manzanedo (Santoña), abierto al público hasta el 31 de agosto de 2010.El Comisario es Rafael Palacio Ramos, Director-Gerente de la Casa de Cultura de Santoña. Los asesores científicos son María Luisa Martín-Merás Verdejo, Directora Técnica del Museo Naval de Madrid (Ministerio de Defensa), María Antonia Colomar Albájar, Subdirectora del Archivo General de Indias (Ministerio de Cultura) y Fernando Silió Cervera, Geógrafo.
Hernan Cortes: Sus Hijos
De su matrimonio con Juana de Zúñiga dejó Cortés un hijo (Martín) y tres hijas (María, Catalina y Juana). Tuvo además cinco hijos naturales. Martín, de doña Marina, La Malinche, Luis de Antonia Hermosillo; Leonor, de Isabel Moctezuma y María de otra india noble.
.Cortés cuidó también de las cuatro hijas de Moctezuma que fueron con él a España: "las dotó generosamente y las casó con nobles castellanos".
(Madariaga. pag. 615;
Bernal Díaz. pag. 590, 626;
Lee Marks. pags. 362,366-367)...
"...Aprovechó Cortés su estancia en Europa para regularizar la situación religiosa de los hijos "naturales" que había tenido. Envió a Roma a Juan de Herrada para entrevistarse con el Papa Clemente VII, y de él obtuvo un decreto por el que declaraba hijos legítimos a Martín y a Luis, el tenido con Marina y el que tuvo con la hija de Moctezuma. El mismo volvió a contraer matrimonio con Doña Juana Ramírez de Arellano y Zúñiga, hija de Don Carlos Arellano, conde de Aguilar y sobrinade Don Alvaro de Zúñiga, duque de Bejar. "Era agraciada, simpática y fértil"....
"Durante la Conquista, Hernán Cortés recibió en diversas ocasiones ricos presentes y mujeres como ofrenda, inclusive hijas de algunos caciques, "algunas de fermosos cuerpos para ser indias y otras muy espantables" (cita él mismo en las Cartas de Relación). Una de estas mujeres fue Malitzin o la Malinche, joven princesa india que le sirvió de traductora y a quien él llamaba cariñosamente "Mi lengua"
No habían aún empezado la conquista del Anahuac, cuando Hernán Cortés recibió de los caciques de Tabasco, según cuenta Bernal Díaz del Castillo, además de mantas y de objetos de oro, «veinte mujeres, y entre ellas una muy excelente mujer que se dijo doña Marina». Cortés aceptó el obsequio, y pocos días después el padre Olmedo las bautizó, después de haberlas predicado con ayuda de un intérprete «muchas buenas cosas de nuestra santa fe». Entonces Cortés repartió estas primeras cristianas de la Nueva España entre sus capitanes, y a doña Marina, «como era de buen parecer y entremetida y desenvuelta, dio a Alonso Hernández Puertocarrero que... era muy buen caballero, primo del conde de Medellín; y desque fue a Castilla el Puertocarrero, estuvo la doña Marina con Cortés e d'ella hubo un hijo, que se dijo Martín Cortés, que andando el tiempo fue comendador de Santiago». Doña Marina, que era, según Camargo, hermosa como diosa, era hija de los caciques de Painala, a ocho leguas de la villa de Guacaluco. Huérfana de padre, la madre casó con otro cacique y tuvieron un hijo, el que deseaban que fuese el heredero. Con este fin dieron la niña a unos indios de Xicalango y dijeron que era muerta, haciendo pasar como su cadáver el de la hija de una esclava. Doña Marina fue la amante de Cortés, su fiel consejera y su intérprete. Andando los años, en 1523, volvió a su pueblo con Cortés; estando allí «vino la madre, y su hija, y el hermano, y conocieron que claramente era su hija porque se le parecía mucho. Tuvieron miedo d'ella, que creyeron que los enviaba a llamar para ´matarlos, y lloraban, y así que los vido llorar la doña Marina, los consoló y dijo que no hubiesen miedo, que cuando la trapusieron con los de Xicalango que no supieron lo que hacían y se lo perdonaba... y que Dios le habla hecho mucha merced en quitarla de adorar ídolos agora y ser cristiana, y tener un hijo de su amo y señor Cortés, y ser casada con un caballero como era su marido, Juan Jaxamillo». No hay necesidad de insistir en la importancia que tuvo doña Marina en la conquista de México.
El mismo hecho tuvo lugar en otras ciudades, con curiosas variantes. En Cempoal, los indios dijeron a Cortés que «puesto éramos ya amigos -seguimos fielmente a Bérnal Diaz del Castillo-, que nos quieren tener como hermanos, que será bien tomásemos de sus hijas y parientas para hacer generación; y para que más fijas sean las amistades trujeron ocho indias, hijas todas de caciques, y dieron a Cortés una de aquellas cacicas, y era sobrina del mismo cacique gordo, y otra dieron a Alonso Hernández Puertocarrero, y era hija de otro gran cacique que se decía Cuesco en su lengua; y traíanlas vestidas a todas ocho con ricas camisas de la tierra y bien ataviadas a su usanza, y cada una de ellas un collar de oro al cuello, y en las orejas cercillos de oro, y venían acompañadas de otras indias para se servir d'ellas. Cuando el cacique gordo las presentó, dijo a Cortés: "Tecle (que quiere decir en su lengua señor), estas siete mujeres son para los capitanes que tienes, y ésta, que es mi sobrina, las para ti, que es señora de pueblos y vasallos. " Cortés las recibió con alegre semblante y les dijo que se lo tenían en merced; mas para tomallas... hay necesidad que no tengan aquellos ídolos en que creen y adoran.... que no les sacrifiquen... y que habían de ser limpios de sodomías, porque tenían muchachos vestidos con hábitos de mujeres que andaban a ganar en aquel maldito oficio». Gómara, en cambio, escribe que «Cortés recibió el don con mucho contentamiento, por no enojar al dador.» De todos modos, días después se celebró una misa, en la cual se bautizaron a las ocho indias. «Se llamó a la sobrina del cacique gordo doña Catalina, y era muy fea; aquélla dieron a Cortés por la mano, y la recibió con buen semblante; a la hija de Cuesco, que era un gran cacique, se puso por nombre doña Francisca; ésta era muy hermosa para ser india y la dio Cortés a Alonso Hernández Puertocarrero; las otras seis ya no se me acuerda el nombre de todas, más sí que Cortés las repartió entre los soldados.»
La paz con los caciques de Tlaxcala, Maseescassi y Xicotenga se selló de la misma forma. «Otro día vinieron los mismos caciques viejos y trujeron cinco indias hermosas, doncellas y mozas, y para ser indias eran de buen parecer y bien ataviadas y traían para cada india otra moza para su servicio, y todas eran hijas de caciques, y dijo Xicotenga a Cortés: Malinche, ésta es mi hija, y no ha sido casada, que es doncella; tomadla para vos; la cual le dio la mano, y las demás que las diese a los capitanes.» Ixtlililxochilt dice que le dio sus dos hijas, Tecuiloatzin, que después recibió el nombre de doña Luisa, y Tolquequetzaltzin. Cortés siguió la misma política: antes de aceptarlas hizo derribar los ídolos, plantar una cruz y hacer decir una misa, en la que se bautizaron aquellas cacicas. Según Diaz del Castillo, «se puso por nombre a la hija del Xicotenga doña Luisa, y Cortés la tomó por la mano y, la dio a Pedro de Alvarado, y dijo a Xicotenga que aquél la daba era su hermano y su capitán y que lo hubiese por bien, porque sería dél muy bien tratada... ; y a la hija o sobrina de Xaseescassi se puso por nombre doña Elvira, y era muy hermosa y paréceme que la dio a Juan Velázquez de León; y a las demás se pusieron nombres de pila, y todas con dones, y Cortés las dio a Cristóbal de Olí, Gonzalo de Sandoval y Alonso de Ávila».
De doña Luisa tuvo Pedro de Alvarado «siendo soltero» un hijo llamado don Pedro y una hija llamada doña Leonor, de la que escribía el mestizo Garcilaso de la Vega que fue mujer de «don Francisco de la Cueva, buen caballero, primo del duque de Alburquerque, e ha habido en ella cuatro o cinco hijos muy buenos caballeros; y aquesta señora doña Leonor es tan excelente señora, en fin, como hija de tal padre, que fue comendador de Santiago, adelantado y gobernador de Guatemala, y que es el que fue al Perú con gran armada, y por parte del Xicotenga, gran señor de Tlaxcala».
En este plan siguió Cortés su conquista por México. Cuando llegó a la capital, Moctezuma le hizo un presente de oro, plata, mantas o indias, según Oviedo, y después se informó por los intérpretes de las necesidades y de la calidad de cada uno de los españoles, y los hizo proveer de todo, «assí como de mujeres de servicio como de cama». Pero todavía debía de haber guerreros a los que faltara compañía, pues es significativo lo que cuenta Bernal Díaz del Castillo de sí mismo. Entonces Moctezuma era ya prisionero. Ello es lo que sigue. «Y como en aquel tiempo era yo mancebo, y siempre estaba en su guarda o pasaba delante dél, con muy grande acato le quitaba mi bonete de armas, y aún le había dicho el paje Ortegui que le quería demandar a Montezuma que me hiciese merced de una india hermosa, y como lo supo el Montezuma, me mandó llamar y me dijo: Bernal Díaz del Castillo, hánme dicho que tenéis motolinea (pobreza) de oro y ropa, y yo os mandaré dar hoy una buena moza; tratadla muy bien, que es hija de hombre principal, y también os darán oro y mantas ... » Añade: «Y entonces alcanzamos a saber que las muchas mujeres que tenía por amigas casaba de ellas con sus capitanes o personas principales muy privados, y aun de ellas dio a nuestros soldados, y la que me dio a mí era una señora de ellas, que se dijo doña Francisca.»
El mismo Moctezuma un buen día le dijo a Cortés también. «Mira Malinche, que tanto os amo que os quiero dar a una hija mía muy hermosa para que os caséis con ella y que la tengáis por legítima mujer.» Cortés, como buen caballero, le manifestó que estaba casado, y que como cristiano no podía tener más que una mujer legítima; pero diplomáticamente aceptó el ofrecimiento y le dijo «que él la tendría en aquel grado que hija de tan gran señor merece». Pero antes de nada hizo que la purificaran las aguas del bautismo.
En la lista de los conquistadores de México presentada por Orozco y Berra figuran entre los que vinieron con Cortés ocho mujeres, aparte de doña Marina, y cuatro entre los acompañantes de Pánfilo Narváez; pero, sin embargo, en la lista de varones se da noticia de hombres casados con mujeres que no figuran en la lista. Así sucede con el ballestero Juan Barro, primer marido de doña Leonor de Solís; con Alonso Rodríguez, sin que se diga quién era su esposa; con Lorenzo Suárez, portugués, llamado el viejo, que mató a su mujer y murió fraile; con Juan Tirado, marido de Andrea Ramírez; con Antonio de Villarreal, casado con Isabel de Ojeda, y con Villafuerte, esposo de una parienta de la primera esposa de Hernán Cortés.
La forma más corriente de unión de los españoles y las indias aztecas fue el concubinato, las más de las veces fecundo. El caso más célebre fue el del marinero Álvaro, que en obra de tres años tuvo treinta hijos de las indias; lo mataron los indígenas en Las Higueras, que si no, Dios sabe los que hubiera tenido.
Como los mestizos y los indios eran en 1553 más numerosos que los blancos, se justifica la preocupación del primer virrey, don Luis de Velasco, de que se rebelaran. El virrey Enríquez, en carta dirigida a Felipe 11, de 9 de enero de 1574, dice así: «Sola una cosa va cada día poniéndose en peor estado, y si Dios y vuestra majestad no lo remedian, temo que venga a ser la perdición desta tierra, y es el crecimiento grande en que van los mulatos, que de los mestizos no hago tanto caudal, aunque hay muchos entre ellos de ruin vivienda y de ruines costumbres, mas al fin son hijos de españoles y todos se crían con sus padres, que, como pasen de cuatro o cinco años, salen de poder de las indias y siempre han de seguir el bando de los españoles, como la parte de que ellos más se honran.»
.
La conquista de la provincia de los Caracas se hizo por los hermanos Faxardos, mestizos, hijos de una india señora de la misma provincia.
La primera generación de mestizos peruanos tuvo una gran importancia social y cultural. Un canónigo de Cuzco dio lecciones de gramática latina a docena y media de muchachos mestizos nobles y ricos, entre los que se destaca Garcilaso de la Vega, el Inca, historiador de su patria y el mejor prosista de América. El tal canónigo, viendo su aplicación, ingenio y habilidad, les decía: «¡Oh, hijos, y cómo quisiera ver una docena de vosotros en la Universidad de Salamanca!»
.Cortés cuidó también de las cuatro hijas de Moctezuma que fueron con él a España: "las dotó generosamente y las casó con nobles castellanos".
(Madariaga. pag. 615;
Bernal Díaz. pag. 590, 626;
Lee Marks. pags. 362,366-367)...
"...Aprovechó Cortés su estancia en Europa para regularizar la situación religiosa de los hijos "naturales" que había tenido. Envió a Roma a Juan de Herrada para entrevistarse con el Papa Clemente VII, y de él obtuvo un decreto por el que declaraba hijos legítimos a Martín y a Luis, el tenido con Marina y el que tuvo con la hija de Moctezuma. El mismo volvió a contraer matrimonio con Doña Juana Ramírez de Arellano y Zúñiga, hija de Don Carlos Arellano, conde de Aguilar y sobrinade Don Alvaro de Zúñiga, duque de Bejar. "Era agraciada, simpática y fértil"....
"Durante la Conquista, Hernán Cortés recibió en diversas ocasiones ricos presentes y mujeres como ofrenda, inclusive hijas de algunos caciques, "algunas de fermosos cuerpos para ser indias y otras muy espantables" (cita él mismo en las Cartas de Relación). Una de estas mujeres fue Malitzin o la Malinche, joven princesa india que le sirvió de traductora y a quien él llamaba cariñosamente "Mi lengua"
No habían aún empezado la conquista del Anahuac, cuando Hernán Cortés recibió de los caciques de Tabasco, según cuenta Bernal Díaz del Castillo, además de mantas y de objetos de oro, «veinte mujeres, y entre ellas una muy excelente mujer que se dijo doña Marina». Cortés aceptó el obsequio, y pocos días después el padre Olmedo las bautizó, después de haberlas predicado con ayuda de un intérprete «muchas buenas cosas de nuestra santa fe». Entonces Cortés repartió estas primeras cristianas de la Nueva España entre sus capitanes, y a doña Marina, «como era de buen parecer y entremetida y desenvuelta, dio a Alonso Hernández Puertocarrero que... era muy buen caballero, primo del conde de Medellín; y desque fue a Castilla el Puertocarrero, estuvo la doña Marina con Cortés e d'ella hubo un hijo, que se dijo Martín Cortés, que andando el tiempo fue comendador de Santiago». Doña Marina, que era, según Camargo, hermosa como diosa, era hija de los caciques de Painala, a ocho leguas de la villa de Guacaluco. Huérfana de padre, la madre casó con otro cacique y tuvieron un hijo, el que deseaban que fuese el heredero. Con este fin dieron la niña a unos indios de Xicalango y dijeron que era muerta, haciendo pasar como su cadáver el de la hija de una esclava. Doña Marina fue la amante de Cortés, su fiel consejera y su intérprete. Andando los años, en 1523, volvió a su pueblo con Cortés; estando allí «vino la madre, y su hija, y el hermano, y conocieron que claramente era su hija porque se le parecía mucho. Tuvieron miedo d'ella, que creyeron que los enviaba a llamar para ´matarlos, y lloraban, y así que los vido llorar la doña Marina, los consoló y dijo que no hubiesen miedo, que cuando la trapusieron con los de Xicalango que no supieron lo que hacían y se lo perdonaba... y que Dios le habla hecho mucha merced en quitarla de adorar ídolos agora y ser cristiana, y tener un hijo de su amo y señor Cortés, y ser casada con un caballero como era su marido, Juan Jaxamillo». No hay necesidad de insistir en la importancia que tuvo doña Marina en la conquista de México.
El mismo hecho tuvo lugar en otras ciudades, con curiosas variantes. En Cempoal, los indios dijeron a Cortés que «puesto éramos ya amigos -seguimos fielmente a Bérnal Diaz del Castillo-, que nos quieren tener como hermanos, que será bien tomásemos de sus hijas y parientas para hacer generación; y para que más fijas sean las amistades trujeron ocho indias, hijas todas de caciques, y dieron a Cortés una de aquellas cacicas, y era sobrina del mismo cacique gordo, y otra dieron a Alonso Hernández Puertocarrero, y era hija de otro gran cacique que se decía Cuesco en su lengua; y traíanlas vestidas a todas ocho con ricas camisas de la tierra y bien ataviadas a su usanza, y cada una de ellas un collar de oro al cuello, y en las orejas cercillos de oro, y venían acompañadas de otras indias para se servir d'ellas. Cuando el cacique gordo las presentó, dijo a Cortés: "Tecle (que quiere decir en su lengua señor), estas siete mujeres son para los capitanes que tienes, y ésta, que es mi sobrina, las para ti, que es señora de pueblos y vasallos. " Cortés las recibió con alegre semblante y les dijo que se lo tenían en merced; mas para tomallas... hay necesidad que no tengan aquellos ídolos en que creen y adoran.... que no les sacrifiquen... y que habían de ser limpios de sodomías, porque tenían muchachos vestidos con hábitos de mujeres que andaban a ganar en aquel maldito oficio». Gómara, en cambio, escribe que «Cortés recibió el don con mucho contentamiento, por no enojar al dador.» De todos modos, días después se celebró una misa, en la cual se bautizaron a las ocho indias. «Se llamó a la sobrina del cacique gordo doña Catalina, y era muy fea; aquélla dieron a Cortés por la mano, y la recibió con buen semblante; a la hija de Cuesco, que era un gran cacique, se puso por nombre doña Francisca; ésta era muy hermosa para ser india y la dio Cortés a Alonso Hernández Puertocarrero; las otras seis ya no se me acuerda el nombre de todas, más sí que Cortés las repartió entre los soldados.»
La paz con los caciques de Tlaxcala, Maseescassi y Xicotenga se selló de la misma forma. «Otro día vinieron los mismos caciques viejos y trujeron cinco indias hermosas, doncellas y mozas, y para ser indias eran de buen parecer y bien ataviadas y traían para cada india otra moza para su servicio, y todas eran hijas de caciques, y dijo Xicotenga a Cortés: Malinche, ésta es mi hija, y no ha sido casada, que es doncella; tomadla para vos; la cual le dio la mano, y las demás que las diese a los capitanes.» Ixtlililxochilt dice que le dio sus dos hijas, Tecuiloatzin, que después recibió el nombre de doña Luisa, y Tolquequetzaltzin. Cortés siguió la misma política: antes de aceptarlas hizo derribar los ídolos, plantar una cruz y hacer decir una misa, en la que se bautizaron aquellas cacicas. Según Diaz del Castillo, «se puso por nombre a la hija del Xicotenga doña Luisa, y Cortés la tomó por la mano y, la dio a Pedro de Alvarado, y dijo a Xicotenga que aquél la daba era su hermano y su capitán y que lo hubiese por bien, porque sería dél muy bien tratada... ; y a la hija o sobrina de Xaseescassi se puso por nombre doña Elvira, y era muy hermosa y paréceme que la dio a Juan Velázquez de León; y a las demás se pusieron nombres de pila, y todas con dones, y Cortés las dio a Cristóbal de Olí, Gonzalo de Sandoval y Alonso de Ávila».
De doña Luisa tuvo Pedro de Alvarado «siendo soltero» un hijo llamado don Pedro y una hija llamada doña Leonor, de la que escribía el mestizo Garcilaso de la Vega que fue mujer de «don Francisco de la Cueva, buen caballero, primo del duque de Alburquerque, e ha habido en ella cuatro o cinco hijos muy buenos caballeros; y aquesta señora doña Leonor es tan excelente señora, en fin, como hija de tal padre, que fue comendador de Santiago, adelantado y gobernador de Guatemala, y que es el que fue al Perú con gran armada, y por parte del Xicotenga, gran señor de Tlaxcala».
En este plan siguió Cortés su conquista por México. Cuando llegó a la capital, Moctezuma le hizo un presente de oro, plata, mantas o indias, según Oviedo, y después se informó por los intérpretes de las necesidades y de la calidad de cada uno de los españoles, y los hizo proveer de todo, «assí como de mujeres de servicio como de cama». Pero todavía debía de haber guerreros a los que faltara compañía, pues es significativo lo que cuenta Bernal Díaz del Castillo de sí mismo. Entonces Moctezuma era ya prisionero. Ello es lo que sigue. «Y como en aquel tiempo era yo mancebo, y siempre estaba en su guarda o pasaba delante dél, con muy grande acato le quitaba mi bonete de armas, y aún le había dicho el paje Ortegui que le quería demandar a Montezuma que me hiciese merced de una india hermosa, y como lo supo el Montezuma, me mandó llamar y me dijo: Bernal Díaz del Castillo, hánme dicho que tenéis motolinea (pobreza) de oro y ropa, y yo os mandaré dar hoy una buena moza; tratadla muy bien, que es hija de hombre principal, y también os darán oro y mantas ... » Añade: «Y entonces alcanzamos a saber que las muchas mujeres que tenía por amigas casaba de ellas con sus capitanes o personas principales muy privados, y aun de ellas dio a nuestros soldados, y la que me dio a mí era una señora de ellas, que se dijo doña Francisca.»
El mismo Moctezuma un buen día le dijo a Cortés también. «Mira Malinche, que tanto os amo que os quiero dar a una hija mía muy hermosa para que os caséis con ella y que la tengáis por legítima mujer.» Cortés, como buen caballero, le manifestó que estaba casado, y que como cristiano no podía tener más que una mujer legítima; pero diplomáticamente aceptó el ofrecimiento y le dijo «que él la tendría en aquel grado que hija de tan gran señor merece». Pero antes de nada hizo que la purificaran las aguas del bautismo.
En la lista de los conquistadores de México presentada por Orozco y Berra figuran entre los que vinieron con Cortés ocho mujeres, aparte de doña Marina, y cuatro entre los acompañantes de Pánfilo Narváez; pero, sin embargo, en la lista de varones se da noticia de hombres casados con mujeres que no figuran en la lista. Así sucede con el ballestero Juan Barro, primer marido de doña Leonor de Solís; con Alonso Rodríguez, sin que se diga quién era su esposa; con Lorenzo Suárez, portugués, llamado el viejo, que mató a su mujer y murió fraile; con Juan Tirado, marido de Andrea Ramírez; con Antonio de Villarreal, casado con Isabel de Ojeda, y con Villafuerte, esposo de una parienta de la primera esposa de Hernán Cortés.
La forma más corriente de unión de los españoles y las indias aztecas fue el concubinato, las más de las veces fecundo. El caso más célebre fue el del marinero Álvaro, que en obra de tres años tuvo treinta hijos de las indias; lo mataron los indígenas en Las Higueras, que si no, Dios sabe los que hubiera tenido.
Como los mestizos y los indios eran en 1553 más numerosos que los blancos, se justifica la preocupación del primer virrey, don Luis de Velasco, de que se rebelaran. El virrey Enríquez, en carta dirigida a Felipe 11, de 9 de enero de 1574, dice así: «Sola una cosa va cada día poniéndose en peor estado, y si Dios y vuestra majestad no lo remedian, temo que venga a ser la perdición desta tierra, y es el crecimiento grande en que van los mulatos, que de los mestizos no hago tanto caudal, aunque hay muchos entre ellos de ruin vivienda y de ruines costumbres, mas al fin son hijos de españoles y todos se crían con sus padres, que, como pasen de cuatro o cinco años, salen de poder de las indias y siempre han de seguir el bando de los españoles, como la parte de que ellos más se honran.»
.
La conquista de la provincia de los Caracas se hizo por los hermanos Faxardos, mestizos, hijos de una india señora de la misma provincia.
La primera generación de mestizos peruanos tuvo una gran importancia social y cultural. Un canónigo de Cuzco dio lecciones de gramática latina a docena y media de muchachos mestizos nobles y ricos, entre los que se destaca Garcilaso de la Vega, el Inca, historiador de su patria y el mejor prosista de América. El tal canónigo, viendo su aplicación, ingenio y habilidad, les decía: «¡Oh, hijos, y cómo quisiera ver una docena de vosotros en la Universidad de Salamanca!»
El Mar de BERING: El Peligro de la Pesca
La pesca del cangrejo real es uno de los trabajos más duros y peligrosos del mundo. Cada año muere algún pescador en el mar de bering (Alaska) durante la temporada de pesca, olas tan altas como edificios de dos pisos, tormentas que pueden hundir hasta al barco más grande de la flota, temperaturas bajo cero, el mar de Bering es un infierno para estos pescadores extremos.
¿Pero porqué arriesgar la vida de tal manera por un trabajo? evidentemente por dinero, el cangrejo real es el más grande y caro de su especie, se llegan a pagar hasta 16o pesos por cada captura, los barcos buscan llenar sus bodegas en el menor plazo de tiempo posible, cuanto antes cumples tu pedido antes te vas a casa. Cada marinero se puede embolsar unos 600,000 pesos por campaña incluso más (dependiendo de las capturas y del tamaño de la bodega del barco).
A continuacion unas fotos y video para que veas en que consiste el trabajo...
¿Pero porqué arriesgar la vida de tal manera por un trabajo? evidentemente por dinero, el cangrejo real es el más grande y caro de su especie, se llegan a pagar hasta 16o pesos por cada captura, los barcos buscan llenar sus bodegas en el menor plazo de tiempo posible, cuanto antes cumples tu pedido antes te vas a casa. Cada marinero se puede embolsar unos 600,000 pesos por campaña incluso más (dependiendo de las capturas y del tamaño de la bodega del barco).
A continuacion unas fotos y video para que veas en que consiste el trabajo...
domingo, 19 de diciembre de 2010
El Drama de ser Niño en Guatemala
Guatemala, asolada por el hambre
La intensidad de las últimas lluvias agrava la inseguridad alimentaria
JOSÉ ELÍAS | Guatemala 09/09/2010
Eclipsado por el drama del pasado fin de semana, cuando al menos 46 personas murieron soterradas por deslaves, el fantasma del hambre se cierne nuevamente sobre Guatemala, un país con cifras africanas en hambre. La desnutrición crónica afecta al 49% de la niñez en el país centroamericano, de acuerdo con un informe del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, en sus siglas en inglés). En esa lista le siguen, de lejos, Honduras (29%), Bolivia (27%) y Ecuador (26%).
La situación se agrava, -si aún cabe la expresión-, porque la época de lluvias más intensa de los últimos 60 años ha destrozado la mitad de las cosechas de maíz y frijol (alubia negra) en las provincias del Altiplano, el granero del país. El impacto es mayúsculo si se tiene en cuenta que la tortilla de maíz y, ya casi como un lujo, un plato de frijoles, son los únicos alimentos a los que tienen acceso ocho de cada 10 guatemaltecos.
Los campos anegados muestran también destrozos en los cultivos de verduras. Cálculos iniciales elevan hasta un 50% la cantidad de cosechas perdidas, mientras que los campesinos comprueban, con angustia, cómo los productos que lograron rescatar se les descomponen ante la imposibilidad de llevarlos al mercado porque las carreteras están intransitables, después de que aludes de lodo y piedras bloquearan los caminos por derrumbes que se suceden a diario. En otros casos, las crecientes de los ríos han arrastrado puentes, dejando aisladas extensas zonas del país.
A nivel macroeconómico, el impacto es igual de preocupante. Una fuente de la patronal estima en 200 millones de quetzales (unos 19,5 millones de euros) las pérdidas diarias para los sectores de transporte, comercio y exportación, imposibilitados de llegar a los puertos de embarque con sus mercancías, la mayoría de ellas productos perecederos como flores y verduras.
De alguna manera, toda esta tragedia era previsible. En la Cumbre del Clima de Copenhague, celebrada en diciembre de 2009, se colocó a Guatemala entre los 10 países más vulnerables al cambio climático. La posición geográfica del país, en medio de los océanos Atlántico y Pacífico, y una orografía muy quebrada "favorecen" esa debilidad extrema, según se señaló en el foro mundial.
Pero también es cierto que los guatemaltecos han hecho muy poco por conservar sus recursos naturales. "Guatemala pierde anualmente 73.148 hectáreas de bosque", de acuerdo con un perfil ambiental elaborado en 2006. El estudio señala que en un periodo de 10 años ha perdido el 11% de sus recursos forestales. También destaca que, en términos relativos de deforestación y extensión territorial, se pierden anualmente cuatro veces más árboles que en Brasil.
Deforestación veloz Revertir esa situación se percibe particularmente difícil, porque una de las principales causas de la deforestación es la necesidad de leña de la población rural para cocer sus alimentos. A esto se suma la quema de bosque en busca de tierras para sembrar granos, sin considerar que la mayoría del territorio es de vocación forestal. Ello significa que después de dos o tres cosechas las tierras se vuelven estériles, lo que provoca invasiones a nuevas áreas.
Este panorama se ha complicado en los últimos años, ante la creciente demanda de tierras para la siembra de cultivos como la palma africana, destinada a producir biocombustibles, o la presencia cada vez mayor de las mafias del narcotráfico que, ante la debilidad extrema del Estado, han convertido extensas zonas de territorio guatemalteco en campos de siembra de plantas como la amapola o la marihuana.
Con todo, el Gobierno pareciera reaccionar con demasiada lentitud ante una tragedia, que, a todas luces, lo ha desbordado. El primer paso se dio apenas comenzó la tarde del martes (hora local), cuando el Congreso (legislativo, unicameral) aprobó de emergencia un presupuesto de 1.300 millones de quetzales (unos 127 millones de euros), de los que aproximadamente un 40% será destinado a reconstruir la red vial. De lo que todavía no se habla es de la necesidad de importar alimentos, para evitar que los especuladores eleven los precios a niveles inalcanzables.
La intensidad de las últimas lluvias agrava la inseguridad alimentaria
JOSÉ ELÍAS | Guatemala 09/09/2010
Eclipsado por el drama del pasado fin de semana, cuando al menos 46 personas murieron soterradas por deslaves, el fantasma del hambre se cierne nuevamente sobre Guatemala, un país con cifras africanas en hambre. La desnutrición crónica afecta al 49% de la niñez en el país centroamericano, de acuerdo con un informe del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, en sus siglas en inglés). En esa lista le siguen, de lejos, Honduras (29%), Bolivia (27%) y Ecuador (26%).
La situación se agrava, -si aún cabe la expresión-, porque la época de lluvias más intensa de los últimos 60 años ha destrozado la mitad de las cosechas de maíz y frijol (alubia negra) en las provincias del Altiplano, el granero del país. El impacto es mayúsculo si se tiene en cuenta que la tortilla de maíz y, ya casi como un lujo, un plato de frijoles, son los únicos alimentos a los que tienen acceso ocho de cada 10 guatemaltecos.
Los campos anegados muestran también destrozos en los cultivos de verduras. Cálculos iniciales elevan hasta un 50% la cantidad de cosechas perdidas, mientras que los campesinos comprueban, con angustia, cómo los productos que lograron rescatar se les descomponen ante la imposibilidad de llevarlos al mercado porque las carreteras están intransitables, después de que aludes de lodo y piedras bloquearan los caminos por derrumbes que se suceden a diario. En otros casos, las crecientes de los ríos han arrastrado puentes, dejando aisladas extensas zonas del país.
A nivel macroeconómico, el impacto es igual de preocupante. Una fuente de la patronal estima en 200 millones de quetzales (unos 19,5 millones de euros) las pérdidas diarias para los sectores de transporte, comercio y exportación, imposibilitados de llegar a los puertos de embarque con sus mercancías, la mayoría de ellas productos perecederos como flores y verduras.
De alguna manera, toda esta tragedia era previsible. En la Cumbre del Clima de Copenhague, celebrada en diciembre de 2009, se colocó a Guatemala entre los 10 países más vulnerables al cambio climático. La posición geográfica del país, en medio de los océanos Atlántico y Pacífico, y una orografía muy quebrada "favorecen" esa debilidad extrema, según se señaló en el foro mundial.
Pero también es cierto que los guatemaltecos han hecho muy poco por conservar sus recursos naturales. "Guatemala pierde anualmente 73.148 hectáreas de bosque", de acuerdo con un perfil ambiental elaborado en 2006. El estudio señala que en un periodo de 10 años ha perdido el 11% de sus recursos forestales. También destaca que, en términos relativos de deforestación y extensión territorial, se pierden anualmente cuatro veces más árboles que en Brasil.
Deforestación veloz Revertir esa situación se percibe particularmente difícil, porque una de las principales causas de la deforestación es la necesidad de leña de la población rural para cocer sus alimentos. A esto se suma la quema de bosque en busca de tierras para sembrar granos, sin considerar que la mayoría del territorio es de vocación forestal. Ello significa que después de dos o tres cosechas las tierras se vuelven estériles, lo que provoca invasiones a nuevas áreas.
Este panorama se ha complicado en los últimos años, ante la creciente demanda de tierras para la siembra de cultivos como la palma africana, destinada a producir biocombustibles, o la presencia cada vez mayor de las mafias del narcotráfico que, ante la debilidad extrema del Estado, han convertido extensas zonas de territorio guatemalteco en campos de siembra de plantas como la amapola o la marihuana.
Con todo, el Gobierno pareciera reaccionar con demasiada lentitud ante una tragedia, que, a todas luces, lo ha desbordado. El primer paso se dio apenas comenzó la tarde del martes (hora local), cuando el Congreso (legislativo, unicameral) aprobó de emergencia un presupuesto de 1.300 millones de quetzales (unos 127 millones de euros), de los que aproximadamente un 40% será destinado a reconstruir la red vial. De lo que todavía no se habla es de la necesidad de importar alimentos, para evitar que los especuladores eleven los precios a niveles inalcanzables.
viernes, 17 de diciembre de 2010
Mis Diarios de Este Lado: Olegario
Ayer fue Olegario
Me llevaba en su taxí
A las 9 de la tarde
El era del todo Feliz
A pesar de reconocer cuanta Gente Estresada y Malvada
habita su ciudad el DF
Me llevaba en su taxí
A las 9 de la tarde
El era del todo Feliz
A pesar de reconocer cuanta Gente Estresada y Malvada
habita su ciudad el DF
domingo, 21 de noviembre de 2010
Panama y España
En algún momento del siglo pasado, Panamá se convirtió en el Shangri-La de los emigrantes españoles en Iberoamérica, en el paraíso en el que se refugiaban para dar con la fortuna que se les negaba en su país de origen. Pero no todo han sido parabienes para estos aventureros. El Grupo Mall arribó a Ciudad de Panamá para levantar un complejo faraónico y ha terminado quebrado. Pecó de osadía, igual que le podría suceder a Sacyr, que haciendo oídos sordos a las desgracias que aventuraban sus competidores, se han agarrado como clavo ardiendo a la ampliación del canal, un contrato milmillonario que puede darle la vida… pero también quitársela.
El Grupo Mall puso el nombre de los Faros de Panamá a su macroproyecto urbanístico. Lo sigue llamando así aunque donde habían proyectado levantar tres rascacielos que albergarían un hotel de cinco estrellas, un centro comercial, casi dos mil viviendas y el doble de plazas de garaje, justo en la zona noble de Ciudad de Panamá, a unos pasos del Multiplaza Pacific Mall de los Louis Vuitton y Cartier, y a tiro de piedra del Trump Ocean Club del excéntrico Donald Trump, sólo hay un agujero con varillas de acero y aguas estancadas al que tapan unos carteles raídos que más que promocionar las bondades de este monumental obra inmobiliaria esconden sus vergüenzas.
Los inquilinos de la Torre de las Américas, un edificio de oficinas contiguo donde se alojan los financieros del City, son testigos de la frustrada megalomanía del Grupo Mall. Desde los ventanales de esta torre, contemplan con indignación el triste espectáculo que le brinda el que tendría que ser el emblema de Ciudad de Panamá. “Hay muchas quejas. Las hay porque han dejado colgados a los inversores y porque la zona se ha llenado de mosquitos por culpa del abandono en que se encuentra el proyecto. Hay auténticas plagas”, explica la abogada Claudia Ríos, desde cuyo despacho se obtiene una visión nítida del insalubre ‘agujero’ dejado por los españoles.
Es como un paraje devastado por un meteorito similar al que acabó con los dinosaurios. Acaso falta una voz en off, igual que la de William Holden en El Crepúsculo de los Dioses, que narre desde el lecho de muerte en lo que ha quedado el milagro económico español. El Palacio de la Bahía, una torre de Babel de noventa y siete pisos bosquejada por el grupo Olloqui, aragoneses a más señas, tampoco se ha realizado. Demasiado alto, demasiada vanidad. Hace cuatro años, tanto los Faros como el Palacio de la Bahía se presentaban como la gran revolución del mercado inmobiliario panameño. Ninguno de los dos ha llegado a buen puerto. Ni siquiera una piedra. Al menos, todavía no.
El Confidencial ha intentado ponerse en contacto en varias ocasiones con el Grupo Mall sin recibir contestación alguna. Antes invitaban a los periodistas a viajes a Panamá y enviaban cuidados dossiers con fotografías del presidente de la compañía. Ahora, acorralados por la suspensión de pagos de su comercializadora inmobiliaria instada por el Grupo Barceló, se limitan a un sucinto: “Tomamos nota de su llamada”. Los Olloqui sí se ponen al teléfono. Siempre resultó chocante que una empresa familiar centrada en el negocio de las telecomunicaciones se embarcara en la construcción de pisos al otro lado del charco como el que va al estanco a comprar un paquete de cigarrillos.
-¿Qué ha pasado con Palacio de la Bahía? Dijeron que iba a ser el edificio más alto de Latinoamérica.
-Desde el primer momento surgieron dificultades técnicas que el arquitecto no había previsto –explica Rafael Casas, vicepresidente del Grupo Olloqui-. Tal y como estaba concebido, el proyecto era muy bonito… pero irrealizable. A partir de ahí se inició una lucha entre la propiedad y el arquitecto que terminó en los tribunales y que ha hecho que la construcción del edificio se demore tanto.
-Pero ya han pasado cuatro años. ¿No llegáis demasiado tarde?
-Efectivamente, el entusiasmo inicial de Adolfo Olloqui [presidente del grupo] se ha ido enfriando. Las cosas en Panamá han cambiado muchísimo. Ahora busca socios. No quiere acometer los proyectos en solitario.
El dinero tampoco duerme en Panamá
En Panamá, primero se dispara y después se pregunta. Primero se levantan cientos de rascacielos y después se analiza si habrá suficientes inquilinos para ocuparlos, si eso no provocará más cortes de luz, si llegará agua para todos, si los atascos de las cinco y media a la salida del trabajo se transmutarán en infernales ratoneras. Su skyline se asemeja al de Nueva York, salvo porque aquí las nubes bailan salsa vieja en torno a los edificios y el cuarenta por ciento de los penthouses está desocupado. En Ciudad de Panamá, al igual que en NY, el dinero nunca duerme. Los casinos abren veinticuatro horas y los panameños se gastan cada uno de los centavos que ingresan mensualmente en pantalones diesel, blackberries y gasolina para coches japoneses.
Del Rivero no es profeta en su tierra, pero puede llegar a serlo en este pequeño país centroamericano. Como él hay otros muchos españoles
Por el Canal de Panamá han transitado más de un millón de barcos en sus cien años de existencia. Tienen un presidente, Ricardo Martinelly, que es dueño de unos supermercados y que ganó las elecciones con el lema “los locos somos más”. Las inversiones se mueven con fluidez, y además se habla castellano, un cóctel demasiado atractivo para que las compañías españolas, ahora sin business dentro de sus fronteras, lo dejen escapar. Este pequeño país centroamericano, con menos habitantes que Madrid capital, se ha convertido en refugio para los gallegos, que así es como acá se dirigen a los españoles.
“Los gallegos siempre hemos tenido aquí fama de listillos. Fuimos los que inventamos la venta de crédito. Íbamos casa por casa vendiendo Biblias y cuadros de la Última Cena. También inventamos el descuento directo y las financieras ficticias”, nos comenta Hilario Suárez, dueño de Taberna 21, una tasca en Vía Argentina, epicentro de la colonia española en Panamá, donde se sirven olivas, pacharán y bocadillos de jamón. “En Panamá hay mucha coña con lo del dos por ciento del gallego”, agrega en referencia a esa comisión, mitad fábula, mitad realidad, que los españoles aplican siempre que hacen de intermediarios.
Hilario, de tono afable, mejillas encarnadas, himno del Sporting de Gijón en el móvil, es una especie de institución. Cuando un español se encuentra con un problema duda si acudir a la embajada o mejor dirigirse a Taberna 21. Es de Navia y a pesar de los trece años que lleva en el país, no puede, ni quiere, ocultar su acento asturiano. “Después de la Guerra Civil, hubo una primera migración a Panamá en la que el noventa por ciento eran gallegos. De todos ellos, el noventa por ciento eran de Orense y, de éstos, el noventa por ciento provienen de Carballino”, una localidad de menos de quince mil habitantes al noroeste de Orense. Y es que en Panamá hay muchos gallegos, algún que otro asturiano y un señor de Murcia.
“Cuando llegué me puse a vender coches de la Volkswagen. A los dos años y medio, cuando se acabó el trabajo, estuve a punto de volverme. No encontraba nada. Al final monté esto”, explica con la experiencia de alguien que las ha pasado canutas y ha tirado palante. “Otros no han tenido tanta suerte. Hace poco estuvo aquí un chaval que vino de España huyendo de la crisis para ver si encontraba algo. A los dos meses tuvo que volverse sin un duro”.
Le cuesta terminar una frase porque siempre hay alguien que se acerca a saludarle, o le da una palmada en la espalda, o acude a él en busca de ayuda. Suelen ser directivos y técnicos de las empresas españolas con intereses en aquel país, Sacyr, FCC (acaba de adjudicarse la construcción del metro), Cobra, Indra, Unión Fenosa, Abengoa, Codere, Cirsa, Hercesa. Las compañías de la piel de toro, que no de cordero, han puesto sus huevos en la cesta de Panamá en busca del añorado potosí.
Del Rivero, profeta allende los mares
El Canal de Panamá es la clave. Eso lo supo ver Luis del Rivero, ese señor de Murcia que preside Sacyr-Vallehermoso, desde que el entonces presidente del país, Martín Torrijos, anunciara la ampliación de esta emblemática obra de infraestructuras que conecta el océano Atlántico con el Pacífico. Del Rivero, un hombre acostumbrado a caminar descalzo sobre las brasas del dinero y la política, presentó una oferta temeraria con la que se adjudicó la construcción del tercer juego de esclusas del Canal, una oferta irrisoria que no cuadraba en la calculadora del resto de competidores que pujaron por el contrato.
Pero mientras en España los agoreros aventuraban que “no lo hará, que dejará la obra colgada” igual que el Grupo Mall ha hecho con los Faros, el sentimiento que se respira entre los técnicos que recorren a diario las carreteras que conducen hasta el Canal es bien distinto: “Sacyr se la jugó y le está saliendo bien. La parte italiana, la de sus socios de Impreglio, va retrasada, pero la española va con un adelanto de una semana”. Del Rivero no es profeta en su tierra, pero puede llegar a serlo en este pequeño país centroamericano. Como él hay otros muchos españoles.
Aiskoa Azpitarte dejó Marbella hace cuatro años porque “la cosa se estaba poniendo muy mal”, se colgó el atillo y se vino a Panamá. Ha cambiado de tacos: antes utilizaba el gili y ahora se vale de la vaina y la chucha. Conserva el acento vasco. Eso es lo último en desaparecer. Encontró trabajo como asesora de inversión en Tribaldos, el mayor broker inmobiliario del país, una especie de Carrefour del ladrillo: entras para comprar un par de tomates y te llevas dos lofts con vistas al mar.
Azpitarte todavía se muestra aturdida cuando cuenta cómo era Marbella justo días antes de su marcha. Se pone ojiplática. Era como las orgías que se organizaban en Roma en vísperas a la caída del Imperio. De eso hace cuatro años. En 2006. Todavía no había irrumpido la crisis inmobiliaria, pero lo acababa de hacer el Caso Malaya, un escándalo político y económico que dejaba al descubierto el endeble castillo de naipes sobre el que se asentaba el sistema. El milagro económico español no era lo que parecía. Los expertos auguran que no lo será hasta dentro de mucho tiempo.
El Grupo Mall puso el nombre de los Faros de Panamá a su macroproyecto urbanístico. Lo sigue llamando así aunque donde habían proyectado levantar tres rascacielos que albergarían un hotel de cinco estrellas, un centro comercial, casi dos mil viviendas y el doble de plazas de garaje, justo en la zona noble de Ciudad de Panamá, a unos pasos del Multiplaza Pacific Mall de los Louis Vuitton y Cartier, y a tiro de piedra del Trump Ocean Club del excéntrico Donald Trump, sólo hay un agujero con varillas de acero y aguas estancadas al que tapan unos carteles raídos que más que promocionar las bondades de este monumental obra inmobiliaria esconden sus vergüenzas.
Los inquilinos de la Torre de las Américas, un edificio de oficinas contiguo donde se alojan los financieros del City, son testigos de la frustrada megalomanía del Grupo Mall. Desde los ventanales de esta torre, contemplan con indignación el triste espectáculo que le brinda el que tendría que ser el emblema de Ciudad de Panamá. “Hay muchas quejas. Las hay porque han dejado colgados a los inversores y porque la zona se ha llenado de mosquitos por culpa del abandono en que se encuentra el proyecto. Hay auténticas plagas”, explica la abogada Claudia Ríos, desde cuyo despacho se obtiene una visión nítida del insalubre ‘agujero’ dejado por los españoles.
Es como un paraje devastado por un meteorito similar al que acabó con los dinosaurios. Acaso falta una voz en off, igual que la de William Holden en El Crepúsculo de los Dioses, que narre desde el lecho de muerte en lo que ha quedado el milagro económico español. El Palacio de la Bahía, una torre de Babel de noventa y siete pisos bosquejada por el grupo Olloqui, aragoneses a más señas, tampoco se ha realizado. Demasiado alto, demasiada vanidad. Hace cuatro años, tanto los Faros como el Palacio de la Bahía se presentaban como la gran revolución del mercado inmobiliario panameño. Ninguno de los dos ha llegado a buen puerto. Ni siquiera una piedra. Al menos, todavía no.
El Confidencial ha intentado ponerse en contacto en varias ocasiones con el Grupo Mall sin recibir contestación alguna. Antes invitaban a los periodistas a viajes a Panamá y enviaban cuidados dossiers con fotografías del presidente de la compañía. Ahora, acorralados por la suspensión de pagos de su comercializadora inmobiliaria instada por el Grupo Barceló, se limitan a un sucinto: “Tomamos nota de su llamada”. Los Olloqui sí se ponen al teléfono. Siempre resultó chocante que una empresa familiar centrada en el negocio de las telecomunicaciones se embarcara en la construcción de pisos al otro lado del charco como el que va al estanco a comprar un paquete de cigarrillos.
-¿Qué ha pasado con Palacio de la Bahía? Dijeron que iba a ser el edificio más alto de Latinoamérica.
-Desde el primer momento surgieron dificultades técnicas que el arquitecto no había previsto –explica Rafael Casas, vicepresidente del Grupo Olloqui-. Tal y como estaba concebido, el proyecto era muy bonito… pero irrealizable. A partir de ahí se inició una lucha entre la propiedad y el arquitecto que terminó en los tribunales y que ha hecho que la construcción del edificio se demore tanto.
-Pero ya han pasado cuatro años. ¿No llegáis demasiado tarde?
-Efectivamente, el entusiasmo inicial de Adolfo Olloqui [presidente del grupo] se ha ido enfriando. Las cosas en Panamá han cambiado muchísimo. Ahora busca socios. No quiere acometer los proyectos en solitario.
El dinero tampoco duerme en Panamá
En Panamá, primero se dispara y después se pregunta. Primero se levantan cientos de rascacielos y después se analiza si habrá suficientes inquilinos para ocuparlos, si eso no provocará más cortes de luz, si llegará agua para todos, si los atascos de las cinco y media a la salida del trabajo se transmutarán en infernales ratoneras. Su skyline se asemeja al de Nueva York, salvo porque aquí las nubes bailan salsa vieja en torno a los edificios y el cuarenta por ciento de los penthouses está desocupado. En Ciudad de Panamá, al igual que en NY, el dinero nunca duerme. Los casinos abren veinticuatro horas y los panameños se gastan cada uno de los centavos que ingresan mensualmente en pantalones diesel, blackberries y gasolina para coches japoneses.
Del Rivero no es profeta en su tierra, pero puede llegar a serlo en este pequeño país centroamericano. Como él hay otros muchos españoles
Por el Canal de Panamá han transitado más de un millón de barcos en sus cien años de existencia. Tienen un presidente, Ricardo Martinelly, que es dueño de unos supermercados y que ganó las elecciones con el lema “los locos somos más”. Las inversiones se mueven con fluidez, y además se habla castellano, un cóctel demasiado atractivo para que las compañías españolas, ahora sin business dentro de sus fronteras, lo dejen escapar. Este pequeño país centroamericano, con menos habitantes que Madrid capital, se ha convertido en refugio para los gallegos, que así es como acá se dirigen a los españoles.
“Los gallegos siempre hemos tenido aquí fama de listillos. Fuimos los que inventamos la venta de crédito. Íbamos casa por casa vendiendo Biblias y cuadros de la Última Cena. También inventamos el descuento directo y las financieras ficticias”, nos comenta Hilario Suárez, dueño de Taberna 21, una tasca en Vía Argentina, epicentro de la colonia española en Panamá, donde se sirven olivas, pacharán y bocadillos de jamón. “En Panamá hay mucha coña con lo del dos por ciento del gallego”, agrega en referencia a esa comisión, mitad fábula, mitad realidad, que los españoles aplican siempre que hacen de intermediarios.
Hilario, de tono afable, mejillas encarnadas, himno del Sporting de Gijón en el móvil, es una especie de institución. Cuando un español se encuentra con un problema duda si acudir a la embajada o mejor dirigirse a Taberna 21. Es de Navia y a pesar de los trece años que lleva en el país, no puede, ni quiere, ocultar su acento asturiano. “Después de la Guerra Civil, hubo una primera migración a Panamá en la que el noventa por ciento eran gallegos. De todos ellos, el noventa por ciento eran de Orense y, de éstos, el noventa por ciento provienen de Carballino”, una localidad de menos de quince mil habitantes al noroeste de Orense. Y es que en Panamá hay muchos gallegos, algún que otro asturiano y un señor de Murcia.
“Cuando llegué me puse a vender coches de la Volkswagen. A los dos años y medio, cuando se acabó el trabajo, estuve a punto de volverme. No encontraba nada. Al final monté esto”, explica con la experiencia de alguien que las ha pasado canutas y ha tirado palante. “Otros no han tenido tanta suerte. Hace poco estuvo aquí un chaval que vino de España huyendo de la crisis para ver si encontraba algo. A los dos meses tuvo que volverse sin un duro”.
Le cuesta terminar una frase porque siempre hay alguien que se acerca a saludarle, o le da una palmada en la espalda, o acude a él en busca de ayuda. Suelen ser directivos y técnicos de las empresas españolas con intereses en aquel país, Sacyr, FCC (acaba de adjudicarse la construcción del metro), Cobra, Indra, Unión Fenosa, Abengoa, Codere, Cirsa, Hercesa. Las compañías de la piel de toro, que no de cordero, han puesto sus huevos en la cesta de Panamá en busca del añorado potosí.
Del Rivero, profeta allende los mares
El Canal de Panamá es la clave. Eso lo supo ver Luis del Rivero, ese señor de Murcia que preside Sacyr-Vallehermoso, desde que el entonces presidente del país, Martín Torrijos, anunciara la ampliación de esta emblemática obra de infraestructuras que conecta el océano Atlántico con el Pacífico. Del Rivero, un hombre acostumbrado a caminar descalzo sobre las brasas del dinero y la política, presentó una oferta temeraria con la que se adjudicó la construcción del tercer juego de esclusas del Canal, una oferta irrisoria que no cuadraba en la calculadora del resto de competidores que pujaron por el contrato.
Pero mientras en España los agoreros aventuraban que “no lo hará, que dejará la obra colgada” igual que el Grupo Mall ha hecho con los Faros, el sentimiento que se respira entre los técnicos que recorren a diario las carreteras que conducen hasta el Canal es bien distinto: “Sacyr se la jugó y le está saliendo bien. La parte italiana, la de sus socios de Impreglio, va retrasada, pero la española va con un adelanto de una semana”. Del Rivero no es profeta en su tierra, pero puede llegar a serlo en este pequeño país centroamericano. Como él hay otros muchos españoles.
Aiskoa Azpitarte dejó Marbella hace cuatro años porque “la cosa se estaba poniendo muy mal”, se colgó el atillo y se vino a Panamá. Ha cambiado de tacos: antes utilizaba el gili y ahora se vale de la vaina y la chucha. Conserva el acento vasco. Eso es lo último en desaparecer. Encontró trabajo como asesora de inversión en Tribaldos, el mayor broker inmobiliario del país, una especie de Carrefour del ladrillo: entras para comprar un par de tomates y te llevas dos lofts con vistas al mar.
Azpitarte todavía se muestra aturdida cuando cuenta cómo era Marbella justo días antes de su marcha. Se pone ojiplática. Era como las orgías que se organizaban en Roma en vísperas a la caída del Imperio. De eso hace cuatro años. En 2006. Todavía no había irrumpido la crisis inmobiliaria, pero lo acababa de hacer el Caso Malaya, un escándalo político y económico que dejaba al descubierto el endeble castillo de naipes sobre el que se asentaba el sistema. El milagro económico español no era lo que parecía. Los expertos auguran que no lo será hasta dentro de mucho tiempo.
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